Los vecinos de Dumankaya lo tienen claro: "Tayyip bey es de aquí, este es su pueblo". Se refieren así, de forma respetuosa pero familiar y llena de orgullo, a Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía.

Erdogan, (don Tayyip para los vecinos del pueblo), nació en Estambul en 1954, pero en la aldea donde nacieron sus padres, en las montañas cerca del Mar Negro, en una región muy conservadora, recuerdan a su familia como si acabaran de marcharse.

"Nunca ha dejado de ser de aquí. Después de Atatürk (el fundador de la república turca), Tayyip bey es el primer político en Turquía que realmente ha hecho cosas", asegura Vahdettin Delibalta, uno de los pocos ancianos que siguen viviendo en este pueblo, con un censo de 250 almas pero donde muchas casas están vacías.

"Tayyip bey ha podido hacer tanto porque es de aquí. En otras provincias, los hombres están todo el día en el café, bebiendo té y comiendo pipas. Aquí, hombres y mujeres somos trabajadores", afirma su amigo Arslan.

El culto al presidente turco no sólo se manifiesta en palabra: elección tras elección, el partido de Erdogan, el islamista AKP, arrasa en la zona con casi el 90 % de los votos.

El padre del político, Ahmet Erdogan, emigró en la década de 1920 a Estambul huyendo de la pobreza, pero regresaba con frecuencia al pueblo y también enviaba en verano a su hijo, cuando este era adolescente.

Según Delibalta, el joven Erdogan incluso disponía de un "cuaderno de té", la libreta administrativa que registra cosechas y venta del té, la riqueza de la región.

Los cultivos, introducidos en los años cuarenta, han traído cierto bienestar económico a una región de la que en el pasado la gente se iba para buscar trabajo fuera, muy a menudo como marineros.

Una tradición que viene de lejos: parte del valle estuvo habitado por griegos hasta inicios del siglo XX y los vecinos recuerdan con orgullo que "el nombre auténtico de Dumankaya es Pulihoz".

También conocen la emigración los últimos familiares directos del presidente que siguen viviendo en Dumankaya: Yunus Erdogan, de 83 años, y su primo, Izmet, de unos 60, propietarios de una modesta franja de tierra con té.

Yunus pasó 22 años en Alemania, en la ciudad de Wetzlar, donde trabajaba en la construcción, afirma en conversación con Efe.

"Mi padre era hermano del abuelo de Erdogan", explica Yunus, señalando las lápidas de un cementerio familiar alrededor del caserío, todas marcadas con el apellido de la familia: ahí está también el nombre del abuelo, Tayyip Erdogan (1884-1908)

En una colina a pocos centenares de metros se halla la casa que fuera hogar de la madre del presidente, Tenzile Erdogan, señala Yunus. Si bien está deshabitada como casi todo el pueblo, "Tayyip bey la mandó renovar".

También en la pequeña ciudad de Güneysu, municipio de cabecera, es habitual usar el nombre griego, Potamya, que hace referencia a su ubicación entre dos ríos, confirma el alcalde, Halil Turan, a Efe.

Güneysu está lleno de imágenes de Erdogan en farolas y balcones, y Turan asegura que todos los vecinos aman tanto al presidente que estarían dispuestos a morir por él.

"El presidente a menudo viene unas horas al pueblo, a charlar con los vecinos. Entonces los gendarmes se quedan abajo, para controlar el acceso a la aldea, y él se reúne con la gente de tú a tú. Es uno más, uno de nosotros", confirma Yunus.

Yunus nunca ha querido ir a visitar a su famoso pariente en Estambul ni en Ankara, ya que, agrega el anciano, debe de estar muy ocupado.

"A veces, el presidente se toma un té con nosotros. Pero nunca le hemos pedido nada", concluye el viejo albañil jubilado.