El atentado esta semana contra un hospital de Quetta, en el oeste paquistaní, que causó 72 muertos ha dejado claro que la guerra contra el terrorismo en Pakistán no ha acabado y los insurgentes tienen una nueva estrategia contra objetivos "blandos", mediáticos y capaces de presionar al Gobierno.

El ataque del lunes siguió las pautas de los últimos grandes atentados en Pakistán: un objetivo poco protegido que requiere pocos medios, mediático y un colectivo con poder para presionar al Gobierno, sobre el que se busca crear dudas en su capacidad para proteger a sus ciudadanos.

La matanza en el hospital mostró una gran sofisticación, con el asesinato de un reputado abogado y la posterior explosión de una bomba por parte de un suicida en el centro médico adonde fue trasladado su cadáver, y al que acudieron cientos de letrados y periodistas.

La explosión se cobró la vida de 72 personas, 55 de ellas abogados, y causó 128 heridos, el peor ataque este año en el país, junto con el atentado suicida en un parque de Lahore que causó 73 muertos en marzo.ñ

Jamaat ul Ahrar (JuA), escisión de la principal formación insurgente de Pakistán, el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), reivindicó el ataque, y poco después lo hizo el grupo terrorista Estado Islámico (EI).

El primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif afirmó que los terroristas están usando métodos "innovadores" atacando objetivos "blandos" por "desesperación" ante la posibilidad de atentar contra otras instituciones, un punto de vista con el que coinciden los analistas.

"Los ataques contra estudiantes o abogados tienen como objetivo desestabilizar al Estado, provocar la falta de fe en el Gobierno y extender el miedo. Si el Gobierno no puede proteger a mi hijo en el colegio...", manifestó el analista del Centro de Investigación de FATA, Mansur Khan Mahsud.

El experto afirmó que los abogados son una comunidad muy importante, con voz y organizada en el país, por lo que un ataque contra ellos tiene una gran proyección y provoca una gran presión sobre el Gobierno.

"El objetivo es atraer la atención pública. Lanzan el mensaje de que la insurgencia no está acabada como dice el Gobierno y cree mucha gente", indicó el analista del Centro de Investigación de FATA, Mansur Khan Mahsud.

Tras una sangrienta década, los paquistaníes disfrutan de cierto optimismo después de una gran reducción de la violencia en los dos últimos años, atribuida por el Gobierno y el Ejército a la operación militar en las zonas tribales que comenzó en junio de 2014 y continúa en la actualidad, en la que han muerto 3.400 supuestos insurgentes.

En los siete primeros meses de 2016 han perdido la vida 332 civiles en ataques terroristas en el país, en comparación con los 584 del mismo periodo del año anterior o los 1.083 de 2014, según el Portal de Terrorismo del Sur de Asia.

La insurgencia ya atacaba objetivos "blandos" como mercados, además de a la Policía y los militares, pero tras el inicio de la operación se ha centrado en objetivos institucionales como centros educativos, celebraciones populares y la judicatura, y apenas contra las fuerzas de seguridad.

La matanza de 125 niños y varios empleados en un colegio de Peshawar en diciembre de 2014 marcó un nuevo hito del terror en Pakistán, poco después de la muerte de 55 personas en una popular ceremonia diaria en Wagah, junto a la frontera india.

También mataron a 25 personas en la Universidad Bacha Khan en enero de 2016 en el área de Charsadda, donde dos meses más tarde causaron 17 muertos en un tribunal.

El prestigioso periodista y analista Rahimullah Yusufzai coincide en el diagnóstico de ataques "blandos" y mediáticos, que necesitan pocos medios, preparación y hombres por la probable falta de recursos por parte de la insurgencia.

"La operación ha golpeado a los diferentes grupos insurgentes y ahora tienen dificultades para atacar objetivos como las fuerzas armadas", comentó Yusufzai.

El veterano analista indicó que en Quetta el grupo JuA perdió solo a un suicida en un exitoso ataque, mientras que en asaltos como el del Aeropuerto Jinnah de Karachi en junio de 2014 murieron 10 insurgentes, que mataron a 17 personas.

Hasan Askari Rizvi, analista militar y profesor de la Universidad del Punjab, comentó que entre 2009 y 2012 los talibanes atacaron muchos objetivos militares, algo que ahora parece fuera de su alcance "porque la seguridad ha mejorado en esas instalaciones".

El profesor estimó que este ataque recuerda al país que la insurgencia ha sido debilitada, pero no eliminada.

"Habrá más ataques similares en el futuro, que ahora provocan más ansiedad y preguntas porque la situación ha mejorado", concluyó Askari.