La familia Cabrales, marcada con el sino de la violencia, espera que los avances hacia la paz de Colombia les permitan saber dónde está Pedro, secuestrado hace 27 años, y conseguir la liberación de Ramón, que hace solo mes y medio corrió la misma suerte.

Tres de los cuatro hermanos Cabrales Aycardi, Pedro, Ramón y Federico, fueron secuestrados y solo uno de ellos salió vivo de esa traumática experiencia, la misma que hoy vive uno de sus sobrinos, también llamado Ramón, en manos de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) desde el pasado 3 de septiembre.

El drama de esta familia de Ocaña, en el departamento de Norte de Santander, limítrofe con Venezuela, comenzó en febrero de 1988 cuando Pedro Cabrales, de 43 años, fue secuestrado por desconocidos en una finca de su propiedad y asesinado pese a que dos veces se pagó el dinero exigido como rescate.

Su cadáver nunca fue encontrado, aunque "esa esperanza nunca se pierde", relata el menor de sus tres hijos, Sergio Cabrales, profesor de ingeniería de la prestigiosa Universidad de los Andes.

"Nosotros nunca tuvimos el cuerpo de mi papá, solamente supimos que murió, que fue asesinado por sus captores en el año 88 y que fue enterrado en un sitio clandestino, al lado de una mata de plátano. Eso es algo doloroso", afirma.

Según cuenta, hasta el día de hoy no se sabe quiénes secuestraron y asesinaron a su padre pues aunque les dieron algunos nombres, "uno no puede decir que fueron las FARC, el ELN o el EPL", las tres guerrillas que aun hoy operan en la zona.

En ese entonces Sergio era un niño de solo siete años y uno de sus tíos, Ramón, soltero y sin hijos, se dedicó a ayudar a la familia hasta que tres años después, en junio de 1991, fue secuestrado por las FARC, murió en cautiverio y su cadáver canjeado por Federico, otro de sus hermanos, que aceptó este cambio creyendo que le salvaría la vida.

"Ramón Cabrales sufría de lupus (...) Las FARC se lo llevaron, creo que fue el frente 21. Él sufría esa enfermedad y no le suministraron droga y entonces se agravó", recuerda.

Ante esa situación se planteó la posibilidad del canje, "pero ellos (las FARC) intercambiaron el cadáver de Ramón Cabrales por mi tío Federico", dice.

La guerrilla citó a Federico en una zona despoblada y se lo llevó en una lancha por el río Lebrija, mientras que a José, el cuarto hermano y médico pediatra, que recibiría al enfermo, le dijeron que lo encontraría acostado en otra lancha, donde al buscar encontró su cadáver.

Por Federico se pagó también un rescate y las FARC lo liberaron al poco tiempo, y solo a su regreso se enteró de que el hermano al que quiso salvar había muerto en cautiverio. "Lo más triste es que Federico no supo" la verdad en el momento del canje, agrega.

Esta tragedia que ha marcado a la familia y que durante décadas han intentado dejar atrás, reapareció el mes pasado cuando el segundo Ramón de los Cabrales, de 39 años, hijo de José, el médico pediatra, fue secuestrado en las afueras de Ocaña por el ELN, según confirmó el pasado viernes el Gobierno.

"Pensábamos que eso ya había cicatrizado, que las cosas habían pasado, que eso no iba a suceder otra vez, pero ahora, hace mes y medio, nos dimos cuenta de que el secuestro vuelve a tocar a nuestra familia", afirma.

Lo único que saben es que a Ramón, administrador de empresas y padre de una niña de nueve años y de un niño de dos "lo tiene el ELN", que está en contactos "exploratorios" para iniciar con el Gobierno una negociación de paz similar a la de las FARC.

"Ojalá que esta sea una oportunidad para que el comienzo de los diálogos se dé pronto y se dé también la liberación de mi primo como un gesto de paz, un gesto de que de verdad se quiere esa reconciliación nacional", manifiesta.

El acuerdo del Gobierno con las FARC para buscar a miles de desaparecidos en el conflicto armado es para los Cabrales una luz de esperanza para saber dónde fue enterrado Pedro, la misma que ven en el posible diálogo con el ELN para la liberación de Ramón.

"Con darle cristiana sepultura a mi papá estaríamos conformes", dice Sergio, quien se muestra convencido de que a pesar del daño sufrido, en la familia no hay espíritu vengativo porque "esos círculos de violencia lo que hacen es generar más violencia".

Sobre su primo Ramón, espera que regrese pronto a la libertad para que sus hijos no tengan que sufrir el mismo dolor que él carga desde su niñez.

"Me veo reflejado en los hijos (de Ramón) porque ya tienen conciencia de este momento. La niña de nueve años entiende lo que está pasando, el niño de dos años no entiende pero pregunta por su papá", resume.