Carismático, pragmático y temperamental, al ministro principal de Escocia, el socialdemócrata Alex Salmond, se le ha desvanecido por un margen mayor del esperado su sueño, la independencia escocesa, en el referéndum del jueves, lo que le ha llevado a anunciar hoy su dimisión.

En el referéndum, que tuvo una participación récord de casi el 85 % del censo, según el recuento oficial, un 55 % de los residentes en esta región británica que ejercieron su derecho a voto marcaron con un "no" la papeleta en la que se preguntaba si Escocia debía ser un país independiente, mientras que casi un 45 % apoyaron el "sí".

Tras conocerse su derrota en la consulta, el dirigente independentista anunció que dimitirá como líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP) y como primer ministro del Gobierno autónomo que defendía la ruptura con el Reino Unido.

El veterano político, que gobierna en mayoría en Escocia desde 2011, dijo que dejará el cargo en el congreso anual de su partido, que se celebrará del 13 al 15 de noviembre, cuando se elegirá a su sucesor o sucesora, y que la región se beneficiará "de un nuevo liderazgo" en la nueva fase de negociación con Londres para lograr más autonomía.

Una sorprendente mayoría absoluta en 2011 en las elecciones escocesas con el SNP llevó a este popular político nacionalista, hoy de 59 años, a atreverse a lanzar al Gobierno de Londres el mayor de los órdagos: un referéndum sobre la independencia.

A pesar de que nadie subestima la capacidad del perseverante político para conseguir lo que se propone, muy pocos creían en ese momento que podría convencer a los escoceses para respaldar por mayoría el fin de 307 años de historia compartida con el Reino Unido.

El tozudo y sonriente político, el dirigente que más tiempo lleva al frente del Gobierno escocés, más de siete años, ya ha conseguido que su nombre entre en los libros de historia y el compromiso de que Escocia obtendrá más autonomía si gana el "no".

Durante la campaña han sido constantes sus ataques al "equipo Westminster", en referencia a la élite política inglesa, a la que ha acusado de "sobornar" con promesas de última hora ante su avance en los sondeos, al tiempo que se le ha reconocido su éxito para vender una propuesta positiva, frente al negativismo del "no".

Alex Salmond nació en 1954 en la monumental ciudad escocesa de Linlithgow, hijo de una madre conservadora y un padre laborista.

Fue en la elitista Universidad de St. Andrews donde se curtió en sus enraizados ideales nacionalistas y se licenció en Económicas e Historia.

Después de unos años de trabajo para el Royal Bank of Scotland, en 1979 consiguió su primer escaño como diputado en Londres por el entonces dividido Partido Nacionalista Escocés.

Después de volver a Edimburgo y asumir el mando en 2005 de una organización vista por los electores más como contrapeso que como una opción real de gobierno, Salmond consiguió ganar las elecciones dos años después.

El 16 de mayo de 2007 hizo historia al convertirse en el primer nacionalista elegido primer ministro de Escocia, aunque tuvo que gobernar en minoría y no pudo entonces convocar su prometido referéndum de independencia.

La gestión de Salmond convenció a los escoceses por su empeño en elevar la voz de la región y enfrentarse a los partidos de Londres, además de por medidas muy populares como la gratuidad de los medicamentos y la universidad.

En los siguientes comicios, en 2011, arrasó como no lo ha hecho nadie en la corta historia del nuevo Parlamento escocés, en funcionamiento desde 1998, con una clara mayoría absoluta.

Su expansiva faceta política -sus apariciones públicas y en medios de comunicación son constantes- contrasta con una actitud casi de secretismo en lo que respecta a su vida privada.

Lleva 30 años casado con Moria McGlashan, una mujer 17 años mayor que jamás concede entrevistas ni tiene una actividad pública pero a la que se considera su gran aliada en la sombra.

La pareja nunca ha tenido hijos y poco más se sabe de la intimidad del popular político.

Salmond exhibe sin complejos su amplio conocimiento de la historia de Inglaterra y siempre ha dicho que, aunque Escocia se independice del Reino Unido, quiere que la reina Isabel II, de 88 años, siga siendo la jefa de Estado.

"Creo que Su Majestad la Reina, que ha visto tantos acontecimientos en el curso de su largo reinado, estará orgullosa de ser Reina de los escoceses", indicó recientemente en unas declaraciones que llevaron al palacio de Buckingham a precisar que Isabel II es "imparcial" en un "asunto que incumbe a los escoceses".

Alex Salmond alega que el petróleo y gas del mar del Norte y el contexto de la Unión Europea hacen a Escocia, un territorio de poco más de cinco millones de habitantes y unos 80.000 kilómetros cuadrados, más que autosuficiente.