"Vine a Corea del Sur porque lo quiso Dios", responde el anciano sacerdote Jesús Molero cuando se le pregunta cómo comenzó su aventura de casi seis décadas en el país que acogerá desde mañana la histórica visita del papa Francisco.

Al margen de la intervención divina, la llegada en 1956 de este cura toledano, toda una institución en el país asiático al que el Rey Juan Carlos concedió la Cruz de Isabel la Católica en 2007, esconde una interesante historia que comenzó una noche cualquiera de su adolescencia.

"Aquella noche, durante mi etapa de seminario, soñé que me mandaban de misionero a China", relata el padre Molero, un sacerdote al que es más común ver vestido de calle que de sotana y que a sus 85 años sigue trabajando en la reinserción de jóvenes.

Con un tono de voz paciente y gentil, este salesiano se autoproclama, tras 58 años, "el extranjero que más tiempo lleva" en Corea del Sur, un país que ha reconocido su labor con medallas y títulos en diversas ocasiones -entre otros, es ciudadano honorario de Seúl-.

Al despertar de aquel extraño sueño, Molero tomó la firme decisión de cumplirlo, pero "era imposible viajar como misionero a China", lamenta, debido a la implantación del comunismo en el gigante asiático tras la victoria definitiva de Mao Zedong en 1950.

De este modo, recién iniciada la segunda mitad del siglo pasado su primer destino fue Japón, aunque pronto se le propuso mudarse a la vecina Corea del Sur.

"Si me mandan a Corea voy, pero personalmente yo no pediría ese destino", respondió Molero, convencido de que la autoridad eclesiástica de turno comprendería la indirecta.

"¿Prefiere una cama alta o una cama baja en Corea del Sur?" fue la respuesta que recibió como "una patada en el estómago" ya que, en comparación al tranquilo Japón, la península coreana acababa de suspender su sangrienta guerra civil con un frágil armisticio que podía romperse en cualquier momento.

Sin embargo, "agradezco a Dios que me haya traído aquí", asegura, ya que, entre otras cosas, "en Corea ha sido posible lograr unos avances en cifras de cristianos que serían impensables en Japón".

El religioso destaca el "carácter frío" de los nipones en contraste con el "corazón cálido" de los coreanos, más predispuestos a unirse al cristianismo.

Junto a sus compañeros salesianos, que gestionan varios centros en el país, Molero siempre ha realizado tareas con jóvenes, como aportar las necesidades básicas a los desfavorecidos, reinsertar en la sociedad a los más rebeldes y enseñar español a estudiantes de instituto y universidad durante casi 60 años.

"Ahora estoy en la reserva y me he tomado un respiro de las clases" en la universidad de Sogang, donde impartía español hasta el año pasado, comenta, y estos días dedica parte de su tiempo a conversar con los jóvenes del reformatorio gestionado por su centro salesiano al suroeste de Seúl.

"Esto es como una cárcel", sentencia, y "por eso los jóvenes se sorprenden cuando les digo que disfruten su estancia aquí, que traten de pasarlo lo mejor posible" aprovechando las actividades de ocio y el tiempo libre que les brinda el centro.

Este sacerdote nacido en la Villa de Don Fadrique (Toledo) habla un perfecto coreano, además de dominar el japonés, el italiano y el latín, "aunque con la edad se van olvidando un poco", confiesa.

Sobre el viaje del papa, que permanecerá en Corea del Sur hasta el próximo lunes 18, asegura que verá sus misas por televisión y tampoco ha tomado parte en la organización de su visita.

Aún así, se declara un fuerte admirador de Francisco, que "pasará a la historia como un líder en la unión de los creyentes en un mismo Dios gracias a sus esfuerzos por derribar murallas y acercar a protestantes, católicos y judíos", sentencia.