Irán y el G5 no han logrado alcanzar un acuerdo nuclear antes de la fecha límite del 20 de julio y se han visto a obligados a prolongar cuatro meses unas negociaciones cuyos desencuentros se centran, sobre todo, en torno al enriquecimiento de uranio, la transparencia y el levantamiento de las sanciones.

La prórroga se extiende hasta el 24 de noviembre próximo, justo un año tras la firma de un primer acuerdo interino que hizo posible esta negociación, en la que la cantidad y nivel de enriquecimiento de uranio de Irán es, sin duda, una de las principales disputas.

En la actualidad, la República Islámica cuenta con unas 19.000 centrifugadoras, con las que obtiene 22.000 unidades separadas de trabajo (SWU por sus siglas en inglés), de las que unas 10.000 están paradas en virtud del preacuerdo firmado en Ginebra en noviembre.

Sin embargo, el líder supremo, ayatolá Alí Jameneí, ha afirmado que "en los próximos años" esa cantidad deberá incrementarse hasta alcanzar las 190.000 SWU necesarias para cubrir las necesidades de la central nuclear eléctrica de Busher.

Irán tiene un contrato con Rusia para que le suministre ese combustible hasta el 2021, pero insiste en generarlo de forma independiente después de esa fecha y recuerda, además, que tiene planes para construir a largo plazo otros 20 reactores nucleares.

El ministro de Exteriores iraní y jefe del equipo negociador, Mohamad Yavad Zarif, ha sugerido que estaría dispuesto a congelar durante varios años la capacidad de enriquecimiento actual.

Teherán también podría avenirse a convertir el uranio a una forma oxida que imposibilite utilizarlo en una bomba.

Según Mark Hibbs (analista del Carnegie Endowment), el G5 (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido, además de Alemania) no quiere que la capacidad de enriquecimiento supere las 10.000 SWU.

El plazo es otro aspecto en discusión, pues Irán prefiere comprometerse solo en torno a cinco o siete años, mientras que EEUU exige cifras de "dos dígitos" y senadores republicanos como Robert Menendez y Lindsey Graham llegan a pedir "al menos veinte años".

Se barajan alternativas como un tope de enriquecimiento que aumente progresivamente o pedir a Moscú que anticipe las cantidades comprometidas para desechar el temor de Irán al desabastecimiento.

La planta de agua pesada de Arak, que Irán construye desde hace más de una década y está próxima a finalizarse, es otra cuestión en conflicto, puesto que generará plutonio, que podría ser utilizado como combustible en un arma atómica.

Desde EEUU se pide su cierre o conversión a una planta de agua ligera, pero Jameiní ha dejado claro que el desmantelamiento de cualquier infraestructura nuclear actual es totalmente inaceptable.

El jefe de la Organización de Energía Atómica de Irán, Alí Akbar Salehí, ha ofrecido rediseñar Arak para "reducir la producción anual de plutonio de diez kilos a uno".

Otro asunto espinoso es la instalación nuclear subterránea de Fordow, cerca de la ciudad santa de Qom, que Irán asegura utilizar para investigación y desarrollo y como respaldo para la planta de enriquecimiento de Natanz.

Según Salehí, tiene 2.000 centrifugadoras, que antes enriquecían uranio al 20% y, tras el pacto de noviembre, lo hacen al 5%.

Entre las propuestas iraníes figura que Fordow se convierta en una instalación dedicada exclusivamente a producir isótopos para investigación o en laboratorio físico y de investigación espacial.

El nivel de transparencia es otro motivo de desencuentro. Irán ha mostrado su disposición a ampliar las inspecciones del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), pero rechaza que se interrogue a sus científicos o se visiten instalaciones no declaradas como nucleares, en concreto a la base militar de Parchín

También está siendo difícil lograr un acuerdo en cuanto al modo y plazos para levantar las sanciones. Irán necesita presentar a su pueblo resultados rápidos y palpables de sus renuncias nucleares, dada su pésima situación económica, pero la intrincada red sancionadora tejida a lo largo de dos décadas por la ONU, la UE y, sobre todo, EEUU, no resulta fácil de deshacer.

Entre las necesidades más acuciantes de Irán están su reincorporación al sistema bancario mundial y el reinicio de sus exportaciones de petróleo y gas.