Chipre conmemora el próximo día 15 el 40 aniversario del golpe de Estado liderado por la junta militar griega contra el arzobispo Makarios III, que cinco días después llevó a Turquía a invadir el norte de este país, ocupación que se saldó con más de 4.000 muertos y unos 200.000 desplazados.

"Aléxandros ha sido ingresado en el hospital" es el mensaje en clave que el jefe de las fuerzas armadas griegas en Chipre telegrafiaba la mañana de aquel lunes, 15 de julio de 1974, a la junta de los Coroneles en Atenas para informar de que el golpe del Estado contra Makarios ya se había puesto en marcha.

El golpe fue organizado y ejecutado por la junta militar que gobernó Grecia durante siete años (1967-1974), liderado por el coronel Georgios Papadópulos.

Sin embargo, según explica el historiador y escritor chipriota Makarios Drusiotis, el golpe fue idea del general de brigada Dimitrios Ioannidis, que sentía un odio patológico hacia Makarios, a quien consideraba culpable de que no prosperase la unión de Chipre con Grecia, la llamada "Énosis" (Unión), una idea que vivía en ambos países desde la década de los 30.

Ioannides había sido ya uno de los arquitectos del golpe de Estado de los coroneles en Grecia (21 abril 1967) y, como jefe de la Policía Militar (ESA), considerado uno de los personajes más "peligrosos" de la junta, responsable de torturas y muertes de presos políticos.

El 15 de julio de 1974, a las 08.30 de la mañana, carros blindados de la Guardia Nacional atacaban en Nicosia el palacio presidencial, la sede del primer presidente de Chipre, el arzobispo Makarios III, después de haber ocupado también el aeropuerto de la capital y la sede de la radio nacional (RIK).

"Makarios ha muerto", proclamaba la radio, que, entre marchas militares, informaba a los chipriotas del golpe de Estado.

Pero Makarios sobrevivió y escapó del ataque. Primero se dirigió a la ciudad de Pafos, desde donde logró dirigir a los chipriotas un mensaje desde una emisora de radio privada.

"No estoy muerto como quisieran la junta militar de Atenas y sus representantes aquí. Estoy vivo y estoy con vosotros. El golpe de la Junta fracasó", se escuchó decir a Makarios, nombrado Arzobispo de Chipre en 1950, y tras la independencia de los británicos en 1960, elegido también primer presidente de esta isla mediterránea.

Dos días después, el 17 de julio, Makarios logró huir desde una base británica en Chipre hacia Londres, desde donde regresaría cinco meses después.

El golpe de Estado está considerado como uno de los peores momentos en la historia de Chipre, "porque dio la oportunidad para la invasión turca en Chipre, lo que a su vez derivó en su desmembramiento", señala Drusiotis.

En la madrugada del 20 de julio Turquía invadía con un poderoso ejército la República de Chipre, en una acción "destinada a restablecer el orden constitucional" y "para proteger a los turcochipriotas", que representaban el 18 % de la población.

Chipre, ubicado estratégicamente en el cruce de tres continentes -Asia, África y Europa- fue a través de los siglos objeto de conquista.

"Pero en ningún otro caso hubo efectos similares a los que se derivaron de la invasión turca de 1974. En todos los precedentes históricos, los conquistadores venían e iban pero la población autóctona se mantuvo en su lugar", apunta el historiador.

"Por primera vez en su historia, Chipre fue dividido de facto en dos zonas étnicas, y el desplazamiento violento (la expulsión de la población grecochipriota del norte) tuvo consecuencias terribles para todos los sectores de la vida, para toda la población", añade.

A mediados de agosto de 1974 Turquía concluía su intervención militar, con la ocupación de casi el 37 % del territorio norte de Chipre, que hasta hoy mantiene bajo su control, a pesar de los esfuerzos para lograr una solución a este problema.

"Teníamos miedo tanto de los ''nuestros'' como de los turcos", cuenta Jristakis Jristodulu, un policía que, junto a otros agentes y civiles, fue arrestado durante el golpe, trasladado a la prisión central y torturado por sus mismos compatriotas.

"Nos desnudaron y nos colocaron contra la pared. Cada vez que alguien entraba en la prisión, se escuchaban ráfagas de disparos. En ese momento piensas ''ahora llegó mi turno. Voy a morir''", explica este hombre de 62 años.

Paradójicamente, su puesta en libertad se la debe a la invasión turca. "Nos dejaron en la cárcel hasta el lunes, cuando tuvo lugar la invasión. Sólo cuando vieron paracaidistas turcos en el cielo de Nicosia nos liberaron", dice.