Ucrania cerró ayer la campaña de las elecciones presidenciales en medio de una nueva escalada del conflicto en el este prorruso, donde los rebeldes amenazan con abortar por todos los medios la votación de mañana domingo. "Durante los últimos tres meses nuestros enemigos han intentado desestabilizar el país y abortar el proceso electoral. Pero los ucranianos han demostrado ser más fuertes y sabios", aseguró Alexandr Turchínov, presidente interino de Ucrania.

Turchínov pidió a los ucranianos que acudan en masa a las urnas consciente de que está en juego la legitimidad internacional de las autoridades que derrocaron al presidente Yanukóvich y, en particular, el reconocimiento ruso de los resultados electorales. "Al elegir a un presidente completamos la formación en Ucrania de un poder legítimo y responsable", señaló.

Las autoridades no lo tendrán fácil, ya que los insurgentes están haciendo todo lo posible para impedir que los habitantes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk elijan al próximo presidente ucraniano.

Tras la muerte de 16 soldados en los ataques rebeldes del jueves en Lugansk, los combates prosiguieron ayer en esa región y en la vecina Donetsk, donde las fuerzas gubernamentales intentaron en vano arrinconar a los milicianos, que cuentan con la complicidad de la población local. Al menos un soldado y un miembro del batallón especial Donbass habrían caído en los combates, mientras las bajas entre los milicianos serían mucho mayores.

Paradójicamente, el presidente ruso, Vladímir Putin, pareció ponerse ayer del lado de las autoridades de Kiev al asegurar en San Petersburgo que respetará la elección del pueblo ucraniano, aunque volvió a acusarlas de dar un golpe de Estado y a recordar que Yanukóvich es el legítimo presidente. Incluso, llegó a usar usó el término "guerra civil".