"Ni una sola baja entre los civiles". Esa es la consigna de la autoridades ucranianas a unas fuerzas armadas que por ese motivo han frenado su avance en el este del país. El uso de la población civil como "escudos humanos", según la denuncia del gobierno de Kiev, está siendo un arma para las milicias prorrusas en un conflicto que se sigue pareciendo cada vez más una guerra civil, aún larvada.

En cuanto al parte de guerra, ayer continuó la ofensiva militar contra los prorrusos. Estos aseguraron a última hora que las fuerzas ucranianas habían comenzado una ofensiva contra la ciudad costera de Mariupol, en la rebelde región de Donetsk. Las fuentes, recogidas por Interfax, hablaban de "un ataque masivo contra nuestros puestos de control situados en el oeste de la ciudad".

En la capital del país, la Rada Suprema (Legislativo) prolongó la movilización de las tropas con el fin de proseguir la ofensiva contra los bastiones insurgentes del este. "Aquellos que ya han servido 45 días, serán desmovilizados y reemplazados por otros patriotas", dijo en rueda de prensa Oleg Tiagnibok, líder del partido nacionalista Svoboda (Libertad).

En el campo diplomático, el presidente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el suizo Didier Burkhalter, pidió un alto el fuego.

Por su parte, el ministro Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, aseguró que sin la participación de los grupos prorrusos "se va a andar en círculos" y no se solucionará la crisis en Ucrania. Lavrov, que participó en Viena en una conferencia, aseguró que esos "manifestantes" quieren ser escuchados.

Como muestra de ese deseo de gritar y de la dificultad del proceso abierto, basta reproducir la frase que dirigía ayer a la cámara de la televisión rusa un maduro miliciano de Slaviansk: "Slaviansk viene de eslavo y los eslavos nunca nos rendimos".