La corrupción en Tailandia es el caballo de batalla de los manifestantes antigubernamentales que quieren boicotear las elecciones del próximo domingo, aunque de momento no han ofrecido una solución concreta a esta vieja lacra.

El pago de sobornos a la policía de tráfico para evitar una multa, a políticos para que ayuden a una empresa a obtener una concesión pública o a funcionarios para agilizar un trámite son prácticas cotidianas en el antiguo Siam.

Estas "mordidas" en los presupuestos o los sobres para "engrasar" una operación mercantil no es culpa exclusiva de los funcionarios, sino que los ciudadanos de a pie aceptan e incluso fomentan también el fraude.

Según las encuestas, más del 60 por ciento de los tailandeses considera la corrupción como un mal menor, siempre que también les beneficie a ellos, y un porcentaje mayor admite haber sobornado alguna vez a un funcionario para agilizar algún trámite.

El cabecilla de las actuales movilizaciones en Bangkok, Suthep Thaubsuban, insiste en que su objetivo es acabar con esta práctica mediante una serie de reformas emprendidas por un consejo no electo en el que no participen políticos.

Suthep, ex viceprimer ministro con el opositor Partido Demócrata, no ha detallado qué tipo de reformas acabarán con la corrupción, un problema endémico en este reino asiático.

Recientemente, otro de los cabecillas de los antigubernamentales, Seri Wongmontha, afirmó que el problema no es el latrocinio en sí, sino que ha alcanzado niveles intolerables desde que entró en escena Thaksin Shinawatra, primer ministro entre 2001 y 2006.

"Algún grado (de corrupción) es tolerado por la gente. Pero Thaksin se pasó tres pueblos. No vamos a tolerarlo más", afirmó Seri en una entrevista en uno de los escenarios instalados por los manifestantes en la capital.

Desde noviembre, los antigubernamentales han ocupado ministerios, levantado campamentos en las calles de la capital y se han propuesto boicotear la votación del domingo, que consideran que dará el poder a los mismos políticos corruptos.

Tailandia siempre ha quedado mal parada en los informes de la ONG Transparencia Internacional (TI), que el año pasado la situó en el puesto 102 (35 puntos sobre 100) en una lista de 177 países.

"La aplicación efectiva de la ley es la mejor forma de mejorar las percepción de la corrupción en Tailandia, de esa forma el público verá lo que les pasa a los corruptos que comenten acciones inaceptables", explicó Kanokkan Anukansai, investigadora de TI en Bangkok.

Sin expresar su apoyo expreso por el movimiento antigubernamental, Kanokkan dijo que la democracia es algo más que unas elecciones y que una reforma del sistema político ayudaría a erradicar la corrupción.

"Es mi opinión. Está demostrado que las elecciones han permitido un tipo de política basada en la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Pero un proceso reformista debería hacerse sin violencia y con el mayor consenso posible", apuntó la experta.

En la historia reciente y en la actualidad, hay pocos políticos tailandeses que tengan un expediente fuera de duda.

En los años sesenta, los medios de comunicación desvelaron una ingente fortuna amasada ilegalmente por el mariscal Sarit Thanarat, tras su fallecimiento, y el ex primer ministro Chatichai Choonhavan era conocido como el "cajero automático andante" casi tres décadas más tarde.

Thaksin Shinawatra fue depuesto en un golpe de Estado incruento y condenado en rebeldía por corrupción, pero los militares que lo depusieron aprovecharon el vacío de poder para aumentar su presupuesto, regresar al Parlamento y se vieron envueltos en un escándalo por la compra de detectores de bombas falsos.

Durante el Gobierno del Partido Demócrata, entre 2008 y 2011, al menos tres ministros dimitieron por casos de corrupción y también el actual Ejecutivo interino ha sido acusado de irregularidades en el programa de subsidios del arroz.

Suthep se ha visto salpicado por casos de tráfico de influencias e irregularidades en 1995 y 2009 y aún pesa sobre él los cargos por la disolución de las protestas que causaron 92 muertos y más de 1.800 heridos hace cuatro años.

La corrupción es un problema real en Tailandia, pero sectores de la sociedad tailandesa opinan que las elecciones son una condición indispensable para garantizar un sistema democrático.

"El control de un sistema democrático pleno y el desarrollo de la sociedad civil será un sistema de control de la corrupción más efectivo que la intervención de un salvador sobre su caballo blanco", escribió en su día la economista y analista tailandesa Pasuk Phongpaichit.