Un cúmulo de fallos técnicos ligados a la medición de la velocidad del vuelo AF447 desde Río de Janeiro a París confundieron a la tripulación, que hizo un diagnóstico incorrecto y siguió un protocolo inadecuado que provocó que el avión se estrellara, causando la muerte de sus 228 ocupantes.

Es la principal conclusión del informe final de la investigación técnica, presentado ayer en la localidad de Le Bourget, a las afueras de París, cinco días antes de que se conozca el resultado de la investigación judicial sobre la supuesta responsabilidad por homicidio involuntario de la aerolínea Air France y de Airbus, fabricante del aparato A330 siniestrado.

"Si la tripulación hubiera comprendido bien la situación habría podido recuperar la trayectoria", señaló ante la prensa Alain Bouillard, el director de las pesquisas realizadas por la Oficina de Investigaciones y Análisis francesa (BEA) sobre el accidente de hace tres años, concretamente la madrugada del 1 de junio de 2009.

Aquella noche, después de que el avión despegara desde el aeropuerto de Galeão, en Rio de Janeiro, el comandante y los dos copilotos decidieron desviar ligeramente la trayectoria prevista para esquivar una zona de tormenta.

Sin comunicación

Después, en un punto sin comunicación con tierra y sobre el océano Atlántico, a una distancia de os 1.296 kilómetros de la ciudad brasileña de Recife, el aparato se estrelló en las aguas del Atlántico, causando la muerte de 216 pasajeros de 32 nacionalidades (en su mayoría brasileños) nueve azafatas, el comandante y los dos copilotos.

El primero de los fallos registrados fue el de las sondas Pitot, fabricadas por la empresa francesa Thales, que presentaron una "incoherencia temporal entre las velocidades analizadas" porque cristales de hielo las habían obstruido. Fue el inicio del accidente, según el informe.

El avión de Air France ganó entonces altitud, hasta llegar a una cota aproximada a los 31.000 pies, lo que provocó que se desconectara el piloto automático y saltara la alarma mientras uno de los copilotos gobernaba el avión, ya que el comandante se encontraba en ese momento en su descanso reglamentario.

Aquello provocó un "efecto sorpresa" en la tripulación, que reaccionó con "acciones inapropiadas sobre los mandos que desestabilizaron la trayectoria" de vuelo, en lugar de controlarla.

El informe fue presentado a la prensa en la sede de la BEA en Le Bourget, cerca de París.

Los expertos pueden explicar que en esos momentos iniciales de incertidumbre los pilotos desarrollaron "acciones bruscas y excesivas", pero no establecer por qué se insistió en ellas, desoyendo la alarma que indicaba que el avión había entrado en fase de caída libre desde una altitud máxima de 38.000 pies y a una velocidad de 11.000 pies por minuto.