Miles de opositores rusos salieron ayer a las calles de las dos principales ciudades del país -Moscú y San Petersburgo- para protestar por la apabullante victoria de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales del domingo, manifestaciones que acabaron con centenares de detenidos.

"Exigimos comicios parlamentarios anticipados y ahora también presidenciales. Consideramos las elecciones del 4 de marzo fraudulentas e ilegítimas. Sus elecciones son una farsa", afirmó el liberal Vladimir Richkov durante un mitin en la histórica plaza Pushkin de Moscú.

Los principales dirigentes del movimiento "Por unas elecciones limpias", organizador de la mayor ola de protestas antigubernamentales desde la caída de la Unión Soviética, pidieron a Putin una urgente reforma del sistema político.

"Nosotros continuaremos nuestra lucha pacífica y no violenta, basada en la justicia y la libertad, hasta que logremos que se cumplan nuestras exigencias", dijo Richkov, citado por las agencias locales.

La presencia de dos o tres decenas de miles de manifestantes fue mucho menor de lo previsto por los organizadores, que confiaban en atraer a más de 100.000 personas, más aún al contar con autorización del Ayuntamiento, para obligar al presidente electo a entablar un diálogo con la oposición.

"No reconocemos como legítimos los comicios presidenciales. Se utilizaron tecnologías sucias de manipulación electoral", aseguró Serguei Udaltsov, uno de los dirigentes opositores más radicales.

Udaltsov adelantó que la oposición extraparlamentaria "reforzará la campaña de desobediencia civil con protestas multitudinarias, pero pacíficas", y que la próxima concentración tendrá lugar el 10 de marzo. Al término del mitin, varios centenares de manifestantes se negaron a abandonar la plaza hasta que las autoridades escucharan sus demandas de reforma, lo que provocó la violenta intervención de la policía antidisturbios.

Los enfrentamientos concluyeron con más de cien detenidos, entre ellos tres de los principales líderes de la oposición no parlamentaria: el popular bloguero Alexei Navalni; el líder del Frente de Izquierdas, Serguei Udaltsov, y el dirigente de la organización opositora Solidarnost (Solidaridad), Iliá Yashin.

Horas antes, otros cien activistas fueron arrestados cuando intentaban acercarse a la sede de la Comisión Electoral Central (CEC) en Moscú para denunciar el presunto fraude en los comicios presidenciales.

Mientras, en la segunda ciudad rusa, San Petersburgo, patria chica de Putin, unos 70 opositores, entre ellos dos diputados locales del partido Yábloko, fueron detenidos cuando pretendían acceder al Parlamento regional.

Desobediencia civil

La oposición extraparlamentaria había advertido de que, si en las presidenciales se repetía el fraude de las parlamentarias de diciembre, llevaría a cabo una campaña de desobediencia civil con protestas indefinidas a escala nacional.

"Saldremos a las calles de Moscú y no nos iremos. Quiero sentir vuestra firmeza", aseguró ayer Navalni, el dirigente opositor más popular entre los jóvenes.

Al respecto, el alcalde de Moscú, Serguei Sobianin, advirtió de que no permitirá la repetición de la Revolución Naranja de 2004 en Ucrania, en la que los opositores acamparon en Kiev para denunciar fraude hasta que lograron que se repitieran las presidenciales.

Entretanto, la CEC hizo oídos sordos a las críticas y confirmó ayer, al término del escrutinio, la victoria de Putin en la primera vuelta de los comicios presidenciales con el 63,60% de los votos.

Putin logró el respaldo de 45.602.075 electores, aunque no superó el 50% en Moscú, granero de las protestas.

"Le pediré investigar detalladamente todas las posibles infracciones sobre las que ustedes han hablado", dijo Putin, al reunirse con tres de los cuatro candidatos a los que se enfrentó: el multimillonario Mijail Projorov, el ultranacionalista Vladimir Yirinovski y el socialdemócrata Serguei Mironov.