Bulgaria y Rumanía recibieron ayer nuevamente un jarro de agua fría en sus aspiraciones para entrar en el espacio Schengen, debido a la negativa de Holanda y Finlandia a dar luz verde a la ampliación de este club de viajeros sin pasaporte por la Unión Europea.

Tanto el Consejo Europeo, que preside temporalmente Polonia, como la Comisión Europea, que han repetido hasta la saciedad que Bucarest y Sofía cumplen con los requisitos para unirse a tratado de Schengen, han mostrado abiertamente su descontento por el veto de La Haya y Helsinki para que los dos países del Este consigan su añorada adhesión al espacio europeo sin fronteras.

"Estoy decepcionada con los países miembros. Bulgaria y Rumanía cumplen los criterios técnicos pero han topado con una falta de confianza mutua de otros países miembros", ha señalado al fin del consejo europeo de Interior la comisaria del ramo, Cecilia Malmstrom.

El ministro del Interior polaco, Jerzy Miller, lamentó que los países "hayan incumplido sus promesas" en este asunto.

Miller se mostró especialmente dolido por "la falta de solidaridad" de algunos países.

Polonia, cuya presidencia de turno de la UE finalizará en junio, tiene entre sus prioridades el acceso a Schengen de Bulgaria y Rumanía.

Holanda y Finlandia no han cedido ni siquiera ante la oferta de Polonia y Francia de abrir la puerta a los nuevos socios en dos fases: una primera para las fronteras aéreas y marítimas y, una segunda, para las terrestres (más polémicas porque representan la mayor puerta de inmigración ilegal y crimen transfronterizo).