El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, trató ayer de nuevo de calmar los mercados en un fugaz y polémico viaje a Bruselas y Estrasburgo (Francia), en el que obtuvo palabras de confianza de los dirigentes de las instituciones europeas en una nueva jornada turbulenta para la economía italiana.

Tanto en Bélgica como en Francia, Berlusconi intentó infundir confianza sobre la economía de su país al señalar que "el problema no es de Italia sino de la credibilidad europea" y que los fundamentos económicos italianos son "muy buenos".

El déficit público italiano es el segundo más bajo de la UE tras el alemán, las familias italianas están ahorrando y las empresas conteniendo su déficit, dijo en Bruselas en una comparecencia junto al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, en la que Silvio Berlusconi habló en su lengua y no admitió preguntas de ningún tipo.

Sin embargo, Berlusconi aprovechó para arremeter contra la oposición en Italia y acusarla de dañar la imagen del país con sus críticas al Gobierno.

El encuentro con Van Rompuy primero y después en Estrasburgo con el presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, y el presidente de la Eurocámara, el polaco Jerzy Buzek, levantó una polémica en Italia, ya que tuvo lugar el mismo día en que Berlusconi debía declarar en Nápoles en un proceso judicial.

Según la CE, la reunión con Durao Barroso se acordó "a petición del Gobierno italiano" y se organizó la semana pasada teniendo en cuenta "las agendas de los dos líderes".

Mientras Berlusconi criticaba a la oposición, defendía la solidez de la economía italiana y abogaba por la defensa del euro, al calificarla de "la bandera" de Europa, Italia vivió otra jornada de sobresaltos en los mercados, con la prima de riesgo de su deuda muy próxima al máximo desde la creación del euro y con una subasta de bonos en la que fijó una rentabilidad récord del 5,6%.

Roma apuesta por que el último plan de ajuste que aprobará hoy definitivamente la Cámara de los Diputados, previa votación de una cuestión de confianza, ayude a aliviar la presión sobre la deuda italiana y le proporcione un balón de oxígeno tanto en casa entre los cada vez más impacientes ciudadanos como en los mercados.

El último plan de ajuste presupuestario, por valor de unos 54.000 millones de euros, pretende contribuir a lograr el equilibrio de las cuentas públicas en 2013.