En pleno inicio de la retirada de las tropas internacionales de Afganistán, las autoridades del país han tensado sus diferencias fronterizas con Pakistán, al hilo de constantes escaramuzas y denuncias de lanzamientos de proyectiles.

"Más de 700 proyectiles lanzados por la Policía fronteriza de Pakistán han caído en nuestro suelo estas semanas", dijo hoy el portavoz afgano de Interior, Sediq Sediqi, que apostó sin embargo por dar al problema una salida pacífica.

Las provincias orientales afganas y el tramo norteño del oeste paquistaní se han convertido en un complejo campo de batalla de talibanes y soldados de ambos países, con ataques transfronterizos y lanzamientos de misiles o morteros incluidos.

El cóctel está agravado por la histórica disputa fronteriza entre los dos vecinos, porque Afganistán no reconoce la "Línea Durand", aún vigente, trazada en tiempos del Imperio Británico y que divide entre ambos países a la etnia pastún.

Afganistán acusa a su vecino de ataques que han causado la muerte de "muchos civiles", mientras que Pakistán insiste en que sus fuerzas de seguridad son asaltadas cada vez con más frecuencia por insurgentes que provienen de Afganistán.

"Los afganos debemos dar una respuesta militar a estos ataques, porque si continúan tendrán consecuencias negativas y allanarán el camino hacia una lucha con Pakistán", comentó el jefe policial afgano de la provincia fronteriza de Kunar, Mohamed Nazari.

El presidente afgano, Hamid Karzai, ha pedido explicaciones al respecto a su colega paquistaní, Asif Alí Zardari, aunque esta semana aprovechó una rueda de prensa para asegurar que su país no responderá al vecino, con el fin de "evitar víctimas civiles".

El asunto de los ataques con proyectiles lleva días centrando las sesiones del Parlamento afgano, pero las quejas son también comunes al otro lado de la "Línea Durand".

"El Ejército paquistaní se está mostrando muy comedido, pese a las repetidas incursiones transfronterizas de insurgentes desde el lado afgano", aseveró hace tres días el primer ministro paquistaní, Yusuf Razá Guilani.

Durante las últimas semanas, Pakistán ha acusado a las fuerzas afganas y extranjeras de no controlar a los grupos insurgentes, que han protagonizado supuestamente varios asaltos contra puestos de control fronterizos en territorio paquistaní.

El más sangriento tuvo lugar a principios de junio y dejó unos 70 muertos en el distrito de Alto Dir -25 de ellos, miembros de las fuerzas de seguridad paquistaníes-, en un contexto en el que también había combates en la colindante provincia afgana de Nuristán.

Sucesos similares, aunque de menor entidad, se han registrado desde entonces, ocasiones en las que fuentes policiales y militares paquistaníes consultadas han insistido en culpar al vecino afgano de permitir la incursión de talibanes.

Los dos países han celebrado varias reuniones para coordinar sus acciones en la frontera, que han contado también con la presencia de representantes de la misión de la OTAN en Afganistán, la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF).

Pero las relaciones históricas entre ambos países son turbulentas y es habitual que Kabul acuse a Islamabad de dar apoyo a los talibanes para tener una mayor capacidad de influencia y hasta interferencia en el Gobierno afgano de turno.

"Pakistán normalmente interfiere en los asuntos políticos internos de Afganistán", constató en declaraciones el analista político afgano Ahmad Saedi.

Para este comentarista, mientras Karzai siga siendo presidente afgano, no hay riesgo de que haya un conflicto abierto con Pakistán.

El escenario de un enfrentamiento en toda regla es además impensable para Estados Unidos y sus aliados en Afganistán, que este mes han iniciado su plan de retirada militar, un proceso gradual cuya conclusión está prevista para finales de 2014.

En paralelo a la salida de las tropas -en la actualidad hay unos 133.000 soldados extranjeros en Afganistán-, continúa, al menos sobre el papel, el delicado proceso de diálogo con los talibanes y otros grupos insurgentes para pacificar el inestable mapa afgano.

Y Pakistán ya ha dado varios avisos, públicos y velados, de que no va a quedarse fuera de juego en el nuevo reparto de poder en el tablero estratégico de Asia Central.