Las autoridades de Singapur liberaron hoy al escritor británico Alan Shadrake antes de cumplir su condena de ocho semanas de cárcel impuesta por escribir un libro sobre la pena de muerte en la ciudad-estado, informaron los medios locales.

Shadrake, que ha pasado cinco semanas en una prisión de la isla, se dirigió al aeropuerto nada más ser liberado y embarcó en un avión con dirección a Londres.

"Se encuentra en un avión, camino de Londres", señaló su abogado, M. Ravi, quien agregó que el escritor tuvo que ser tratado en el hospital por una hernia de menisco.

El pasado mayo, Shadrake, de 76 años, fue condenado a seis semanas de prisión y a una multa de 20.000 dólares singapureses (16.100 dólares o 11.347 euros) por su libro "Un verdugo feliz: La justicia de Singapur a examen".

El escritor no pudo hacer frente al pago de la multa, por lo que le elevaron la pena a ocho semanas de cárcel, pero fue puesto en libertad antes de tiempo por buen comportamiento.

En su libro, Shadrake analiza decenas de casos de pena capital e incluye una entrevista con el verdugo retirado Darshan Singh.

El escritor, que residía en Malasia, fue detenido el 17 de julio del año pasado, cuando se encontraba en Singapur para un lanzamiento privado del libro, tras ser acusado de desacato e injuriar a la Justicia.

Aunque el ensayo no había sido prohibido, la Autoridad de Desarrollo de Medios de Comunicación singapuresa había presentado una queja ante la Policía por el contenido que, según el fiscal general, critica la imparcialidad, la integridad y la independencia del sistema judicial.

Singapur, gobernado desde la independencia en 1965 por el Partido de Acción Popular fundado por Lee Kuan Yew, ejerce un férreo control sobre los medios de comunicación locales, sujetos a censura previa, y extranjeros, a los que declaran la guerra en los tribunales si les critican.

En numerosas ocasiones, el Gobierno singapurés se ha querellado contra publicaciones que han cuestionado la independencia del sistema judicial o acusado de corrupción y nepotismo a los líderes de la ciudad-estado.

Las autoridades defienden esta política argumentando que es necesaria para garantizar la estabilidad que ha permitido al país lograr el nivel de desarrollo que la ha convertido en la economía más avanzada del Sudeste Asiático.