La cúpula militar que dirige Egipto desde la renuncia de Hosni Mubarak se comprometió ayer a traspasar el poder a una autoridad civil elegida democráticamente, mientras miles de personas seguían celebrando el triunfo de la revolución. Entre cánticos y fuegos artificiales, los egipcios abarrotaron de nuevo las calles del centro de El Cairo y de otras ciudades, para festejar el fin de tres décadas de gobierno de Mubarak y el comienzo de una nueva era.

Este periodo se inauguró ayer con el esperado comunicado del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas egipcias, al que Mubarak cedió el viernes todos sus poderes después de 18 días de protestas.

"El Consejo aspira al traspaso pacífico del poder (...) a una autoridad civil elegida para gobernar el país y construir un estado democrático y libre", asegura el texto, que fue leído en televisión por un portavoz.

Los militares también garantizaron que se cumplirá con "todos los acuerdos y tratados regionales e internacionales", en un mensaje claramente referido al tratado de paz con Israel firmado en 1979, e instaron al actual Ejecutivo y a los gobernadores del país a "llevar a cabo sus funciones hasta la formación de un nuevo gobierno".

Este anuncio fue bien recibido por el movimiento islámico Hermanos Musulmanes, la principal fuerza opositora de Egipto, que, sin embargo, reclamó que se aceleren las reformas.

Hermanos Musulmanes

En un comunicado, los Hermanos Musulmanes consideraron que la cúpula militar adoptó una "orientación correcta para el traspaso pacífico del poder", pero pidieron la derogación inmediata de la Ley de Emergencia, vigente desde 1981 ,y la disolución del Parlamento.

El ilegalizado grupo exigió también libertad para la formación de partidos políticos, la convocatoria de elecciones libres y limpias y que se acelere la formación de un gobierno nacional compuesto por "personalidades patriotas e independientes para que administre el país de una forma interina".

Mientras las decisiones de los dirigentes y las exigencias de la oposición se cocinaban en los despachos, decenas de miles de egipcios tomaron el corazón de El Cairo en un ambiente festivo en el que se respiraba la esperanza por un futuro prometedor.

"Por primera vez en tres décadas, esta generación se siente digna, orgullosa de su país y segura de que puede cambiar el futuro", dijo en la cairota plaza Tahrir el arquitecto Ali Mikkawi.

En este simbólico lugar, epicentro de la revolución que comenzó el pasado 25 de enero, Mikkawi se mostró positivo aunque reconoció que "ahora empieza un camino difícil".

De hecho, la jornada comenzó con la limpieza de esta plaza y el desmantelamiento del campamento en el que los manifestantes han pernoctado durante dos semanas.

Armados con guantes, mascarillas y escobas, cientos de voluntarios barrían la calzada, recogían la basura e incluso recolocaban los adoquines y pintaban en negro y blanco los bordillos de las aceras.

Estos batallones de limpieza se mezclaban con los ya casi huéspedes de la "pensión Tahrir", que en la mañana de ayer empezaron a recoger sus bártulos para regresar a sus hogares.