Pakistán conmemoró ayer sin grandes fastos su día de la independencia más triste en mucho tiempo, con millones de personas necesitadas de ayuda urgente tras unas devastadoras inundaciones que han superado la capacidad de reacción de las autoridades.

"Pido a toda la nación que se una para ayudar a las víctimas de las inundaciones. No hay duda de que esta crisis no puede ser abordada sólo por el Gobierno", dijo en un discurso el primer ministro paquistaní, Yusuf Razá Guilani.

El Ejecutivo había decretado horas antes la supresión de la mayoría de celebraciones oficiales, una forma de buscar austeridad en la conmemoración de la independencia de Pakistán, creado en el año 1947 como hogar para los musulmanes del subcontinente indio.

"No hay nada que celebrar en medio de esta tragedia, es un día muy triste, para mostrar solidaridad con nuestros hermanos damnificados", se lamentó un ciudadano paquistaní, Naseem.

A Pakistán llega hoy el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien tiene previsto desplazarse en un solo día a algunas las áreas más afectadas por la catástrofe y se reunirá con altos cargos del Gobierno.

Pese al tiempo transcurrido desde el inicio de la crisis, las inundaciones continúan causando estragos, especialmente en las llanuras de Punjab (este) y Sindh (sureste), donde en algunas zonas las márgenes del río Indo se han desbordado hasta 30 kilómetros.

Los organismos humanitarios han avisado de que seis de los catorce millones de damnificados requieren ayudas urgentes, como cobijo, comida o atención sanitaria, aspecto este último fundamental para evitar la propagación de enfermedades como el cólera.

Aún no ha habido confirmación de brotes -ayer la ONU creó una falsa alarma con un supuesto caso en el norteño valle de Swat-, pero los socios del grupo de salud están ya tratando todos los casos de diarrea aguda como si fueran cólera "para no perder tiempo", dijo un portavoz de Naciones Unidas.

Las inundaciones, las peores de los últimos ochenta años en el territorio, son sólo el último de una larga cadena de trágicos acontecimientos que han llevado a Pakistán a ser considerado uno de los países más inestables del planeta, según los analistas.

"El país no está nada bien. Hay crisis en el ámbito de la insurgencia, el gobierno, y en la economía. Las inundaciones se añaden a un escenario en que nadie parece tener una idea clara de cómo controlar la situación. Esto puede afectar mucho al futuro de Pakistán", ex-puso el analista Cyril Almeida.

Aunque los titulares de Pakistán llevan actualmente el sello de la catástrofe natural, sólo en las últimas dos semanas más de 80 personas murieron en una ola de violencia étnico-política en su mayor urbe, Karachi (sur), y los talibanes lanzaron una serie de certeros asesinatos selectivos en el noroeste.

Varios expertos hacen hincapié en que gran parte de los territorios anegados por las aguas son zonas muy depauperadas en las que el extremismo podría aún abrirse más camino.