La gente se orienta instintivamente para encontrar los sitios donde se hallan las mayores dosis de la codiciada calidad de vida que, en España, por nada del mundo, nadie está dispuesto a permitir que se acabe.

En los tiempos que corren, nos apartamos a los lugares serenos, con aireadas terrazas, donde hay vinos ajustados en precio y fidedignos platos de cocinas tradicionales. De ahí la buena acogida que ha tenido este establecimiento que, por tercera vez, pero ahora con mucho éxito, desde hace unos meses se lanzó al mercado con magníficos platos castellanos.

Que la cocina castellana arrebata al público lo sabe muy bien el cocinero César Vicente Riesgo. Lo sabe de sobra porque nació en Cuéllar, esa pequeña villa que, por encontrarse a mitad de camino entre las ciudades de Segovia y Valladolid, se ha beneficiado de una gastronomía que se llenó de fama en el mundo con los asados de lechazo, las espesas sopas castellanas, los buenos caldos, los caracoles, los cardos, el rabo de toro y los productos de la huerta, las endibias, las remolachas, las papas y los tomates.

César, quien estudió cocina en Valladolid, llegó a los 27 años a Tenerife movido por un clima que le era más beneficioso a su salud, después de sufrir un accidente del que aquí, tierra mágica, desaparecieron todas las secuelas. Rodó por varios sitios laborales tinerfeños -hotel Mediterránean Palace; hotel Bahía Príncipe; El Rincón de Gonzalo; El Mojo Picón- hasta hacerse un cocinero codiciado. Sin méritos no le hubieran dado la conducción del espléndido restaurante a la carta del bellísimo SPA Villalba, en Vilaflor, donde permaneció apartado del ruido mundano los últimos cinco años.

Puede decirse que César Riesgo hace una cocina para españoles exigentes de todas las regiones del Reino, afincados o no en este paraíso turístico. Es una cocina para los que saben disfrutarla y la entienden. Cocciones contundentes que ansían estómagos bien enseñados, la vaca morucha de Salamanca, el cochinillo de Segovia, el lechazo churro de toda Castilla y León...

Pero hay una receta en la que -a todas luces- César se ha apartado de las tradiciones de su tierra. A ello lo influenció su mujer, otra rica cocinera de origen belga, quien, al querer competir con él sobre cuál de los dos hacía el mejor rabo de toro de sus propias culturas, terminaron pactando una mezcla de ambas recetas.

César aprendió que el rabo de toro tiene un sabor especial al cocerse lentamente con la cerveza negra de la Europa central -y no con vino tinto español-, y que la mostaza y la cebolla morada le aportan un sabor especial. A ese conjunto le adiciona pizcas de soja y vinagre balsámico de Módena -del auténtico aceto de la ciudad italiana de Módena-, y el caldo de la carne.

Es un rabo de toro delicioso. Se deshace en la boca como un caramelo.

Asimismo, aprendió a hacer un quesillo diferente al noble quesillo canario. Lo hace con un kilo de queso fresco, un litro de nata, un litro de leche condensada y el resultado lo encierra en el horno a 140º grados durante dos horas. Sería bueno que usted lo probara.

La ficha

Dirección: Ctra. Gral TF-655, urb. Vistahermosa IV local 1, Arona,

Teléfono: 922 79 95 25.

Horario: 13:00 a 24:00 h.

Precio medio: 30 euros. Aforo, 100 personas.