Sucedió hace un par de semanas. Acabábamos de cenar con unos amigos en un agradable restaurante oriental de Madrid y, desechada por mayoría mi propuesta de "cambiar de tienda", uno de mis amigos le pidió un "gin & tonic" a la camarera, también ella asiática.

Mi amigo pidió una marca determinada de ginebra, por supuesto "premium". La chica, bastante desconcertada, farfulló que no la tenían; mi amigo, entonces, quiso saber qué marcas de ginebra podían suministrarle. La camarera, literalmente, estaba tragando quina. Que era, de alguna manera, lo que pretendía hacer mi amigo. Porque el "gin & tonic" consta, como no ignoran ustedes, básicamente de ginebra y agua tónica. El agua tónica contiene quinina, que le da su característico toque amargo. Y la quinina es el alcaloide de la quina, como la cafeína lo es del café, la teína del té y la teobromina del chocolate (de "teobroma", alimento de los dioses, como lo bautizó Linneo).

La quina se extrae de la corteza de un árbol de origen americano, y se usó siempre como febrífugo, no como remedio contra la malaria... porque en América, en las Indias Occidentales, esa enfermedad era desconocida. No así en las Indias Orientales. El agua tónica era, pues, un paliativo para el paludismo. Pero la quinina, como todo buen medicamento botánico, es amarga.

Los ingleses no usaron azúcar para hacer más agradable su agua tónica, sino su destilado nacional: la ginebra. Y ahí está el "gin & tonic", una prudente dosis de quinina con un excipiente saborizante que incluye entre sus ingredientes a la ginebra.

Hoy, en España, el "gin & tonic" arrasa. Se ha impuesto, y ha desplazado a los demás combinados y destilados de sobremesa. El cubalibre, que empezó a degenerar cuando se llamó así a la mezcla de ginebra y cola, apenas se ve ya fuera de los botellones y las discotecas masivas. El "gin & tonic", en cambio, resulta adecuado para la sobremesa en un restaurante de lujo, en una terraza de moda, en un bar elegante, ya que tiene un aura de la que carecen otros combinados.

Lo malo es... que de la afición estamos pasando a la sacralización. Se presentan cartas de ginebras, con los más variados aromas añadidos. La ginebra, en este caso el "London Gin", que es uno de los tipos que existen, procede de un destilado neutro, al que se añade nebrina, que le da su aroma característico. En fin, el "gin & tonic" es como una religión. Y tiene, naturalmente, sus sacerdotes y sus templos, además de sus fieles. A uno le entra la risa floja cuando oye a alguien decir que en tal o cual sitio preparan el mejor "gin & tonic" de Madrid; un "gin & tonic" es un simple combinado, no un cóctel, que es lo que requiere ciencia y mano. Un "gin & tonic", con buenos ingredientes (quiero decir: sin alcoholes de garrafón) lo hace cualquiera.

Pero, claro, estas cosas se engrandecen cuando se las rodea de toda una liturgia. Y para mucha gente, esa liturgia es lo que importa. Es... una forma de ver las cosas: hay bastante gente para la que los envoltorios tienen más importancia que lo envuelto.