Desde su apertura, allá por 1987, el restaurante Las Velas ha navegado por distintas rutas. En sus inicios lo hizo sobre los mares del ocio nocturno, junto a un carrusel de platos combinados, y después se tumbó a vivir del turismo de sol y playa, convirtiéndose así en uno más entre esa marea anónima de locales de la avenida Marítima. Pero como aquel marasmo no tenía un horizonte claro, Gustavo González fue madurando desde 2006 la idea de cambiar el rumbo, una declaración de intenciones que se hizo realidad ya en 2008.

Y fue así como en el mismo corazón de Los Cristianos renació el espíritu de Las Velas, reivindicando el disfrute de la playa con sus antiguos sabores de pueblo marinero, pero fundiendo esa tradición costera con la incorporación de nuevos aromas. Desde entonces ha mantenido la voluntad inequívoca de mejorar día a día los parámetros de calidad y servicio, un compromiso que se traduce en el cuidado de los productos, desde la selección y el manipulado hasta la cocción y el emplatado, con unos precios adecuados a cualquier bolsillo y, sobre todo, desterrando ese falso mito según el cual en el sur de Tenerife no existen restaurantes donde comer, al menos tal y como definen los cánones de la buena mesa.

Con Luis marcando las pautas entre calderos y Miguel faenando en sala, el resultado salta a la vista: un local que mantiene un orden y un estilo, donde tanto frutas como verduras se renuevan a diario; el pescado es fresco, igual que buena parte de las carnes; los mariscos se mantienen vivos en una piscina; una bodega climatizada acoge hasta 106 referencias de vinos canarios, nacionales, más franceses, chilenos, alemanes, neozelandeses, etc.; existe una carta de bebidas (snacks) con precios fijados y la bollería, la repostería y la heladería, de manufactura italiana, se elaboran de forma artesanal en la propia casa bajo la supervisión del maestro Maurizio.

Sin más preámbulos basta con elegir una mesa en el interior o bien acomodarse en la terraza, de cara a las olas, para sumergirse en una carta aligerada y sabrosa, que se completa con las sugerencias que brinda el chef. De primero, los rigores del verano recomiendan el gazpacho, aunque se ofrece una rica sopa marinera o una crema de la huerta canaria; los entrantes van desde un queso herreño a la plancha con cilantro a los langostinos; pimientos de Padrón; tablas de quesos o de buen jamón ibérico.

Con todo, hay que detenerse a degustar unas ensaladas que saben a lo que deben y, además, lucen con generosidad: la de carpaccio de piña con aroma de vientos alisios; aguacate con gambas; melón con jamón; atún en escabeche; la que llaman Las Velas (salmón, gambas y aguacate) o la templada de setas y gambas. Y vale la pena saborear todo un clásico: un plato de fritos preparado como tiene que ser, sin rastro alguno de aceite, donde se entremezclan los sabores de gueldes; bocaditos de cazón; las carnosas rabas, gambas... Sencillamente delicioso.

De los productos de la mar destaca la lubina, muy apreciada, que se ofrece a la manzana, con papas y espinacas, a la espalda o a la sal. También figuran en carta el rodaballo o la dorada, además de un atún al grill con hierbas, un salmón en salsa verde o un bacalao sobre nido de hojaldre y cebolla caramelizada que desprende un crujiente regusto.

Entre las carnes, el orgullo de la casa tiene nombre propio: el solomillo marbellí (foto), obra maestra del chef, que envuelve en tierno abrazo un relleno de aguacate, queso, pimiento de piquillo, paté y jamón ibérico, con una salsa de frutos secos y sobre reducción de Pedro Jiménez, un plato que se paladea con deleite y agradable sorpresa. Además de una pechuga de pollo empanada, con tomate y mozarella, otras piezas como el chuletón de buey, el entrecote o el solomillo al grill se marcan en cocina y llegan a la mesa sobre una piedra para que sea el cliente quien les dé el punto que prefiera, y la posibilidad de elegir entre tres salsas: pimienta verde; trío de hongos y queso canario, o bien acompañarlas de una equilibrada parrilladita de verduras (pimientos de Padrón, bubango y champiñón).

Los arroces, para un mínimo de dos personas, se centran en la paella valenciana, con pollo y conejo; la paella de pescado y mariscos, claro está, y, cómo no, el arroz caldoso con bogavante. Y llegado el momento de lo dulce, el camarero maneja las claves de las tartas y los postres caseros del día. Basta sólo con preguntar y elegir.

El restaurante Las Velas rompe en una oleada de sabores en la misma playa de Los Cristianos.

LA FICHA

Dirección: Avenida Marítima, edificio Bucanero, local 1, Los Cristianos (Arona)

Teléfono: 922 75 24 25 Horario: Todos los días de 10 de la mañana a medianoche

Jefe de cocina: Luis

Jefe de sala: Miguel

Maestro heladero: Maurizio

Redes:

www.restaurantelasvelas.com funhost@arrakis.es

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