Él mismo no hubiera tolerado tristezas, ni mucho menos, durante los instantes eternos de su despedida, con muchas gargantas ahogadas por la marcha de este maestro en toda regla y, en realidad, padre de muchos cocineros de esta Isla.

Suele ser cliché repetido en estas circunstancias, pero Felipe Escamilla lo derrumba sólo con su sólida humanidad, su espléndido humor, su defensa a ultranza de este oficio luciendo su flamante chaquetilla de Eurotoques, de su Casa, El Magnolia portuense.

"El Payés", hombre entrañable nacido en Cataluña, se ha ido, no sólo con el reconocimiento de ser Hijo Adoptivo del Puerto de la Cruz, sino dejando como pocos esa huella imborrable de sabios dictados e imprescindibles en la dura labor de trabajar y dirigir los fogones. En su etapa al frente de Eurotoques quiso impulsar actividades vinculadas con el lado más humano de su quehacer cotidiano: cocinar para los mayores, inculcar entre los pequeños de los colegios lo razonable de la nutrición, el gusto y los sabores. Supo rendir culto a lo que de bueno aportaba la cocina.

Con este periodista que firma estas líneas sentidas, tenía su "guerrilla" particular: "¡Vente más para el Norte, muchacho, que nos tienes abandonados!". Yo me las ingeniaba para convencerlo de que no era así y terminaba todo en un afable abrazo. Muchos le echarán en falta, particularmente la Cofradía Luso-Gallega, que tantos momentos compartió con este chef emblemático de la ciudad portuense, luciendo la pertinente capa de cofrade y todas las distinciones recogidas a lo largo de años de trabajo duro. Yo recordaré siempre cuando compartí con él y otro chef en el recuerdo, Mariano Rodríguez, aquellas mesas de jurado del Campeonato de Canarias.