Acaso no vaya desencaminado Gerhard Schwaiger, chef del restaurante Tristán, en Mallorca, cuando afirma que el mejor cocinero es el producto. Ahora bien, no es menos cierto que desde lo crudo, partiendo de la esencia, se desarrolla todo un proceso creativo, profesional y humano que desemboca en impresiones de técnica, calidad, gusto, sabor... Ese tránsito representa algo así como el punto y seguido de una tarea que, a lo largo de su natural evolución, va alumbrando y redescubriendo placeres que quizá permanecían ocultos.

Un buen ejemplo de esas sensaciones primarias, pero sobre todo auténticas, que es capaz de provocar el encuentro con la buena mesa tienen su asiento en el Mesón Clavijo Treinta y Ocho. Y es que en este ya emblemático y consolidado local santacrucero, Eduardo Pereira y su equipo, en el que figuran con nombre propio Claudio Martín, José Padrón, Fernando, Nuria, Juana y Hasna, se han enfrascado en la tarea de ofrecer al cliente lo mejor de sí mismos y, con esfuerzo y dedicación, el resultado es concluyente: se degusta en la calidad del producto y su certera manipulación; en el emplatado preciso; se destila en el trato profesional y sincero...

Estos ingredientes componen, y además de una forma sustancial, los platos de una carta que se ajusta a cualquier paladar, incluida la opción de apostar por raciones o decantarse por unas tapas. Ahora bien, las sugerencias de la semana valen a manera de orientación: un plato de cuchara; surtido de ahumados; judiones de La Granja, lentejas o pochas con almejas; juliana de verduras con crema de guisantes y bacalao confitado o unos rollos de salmón rellenos de corvina, langostinos y salsa de marisco.

Yo sostengo que el pastel de cabracho y langostinos resulta un bocado sencillamente sublime, que el carpaccio de solomillo es una delicia y el salteado de setas con huevo y jamón ibérico (foto) rompe en boca, como también un bacalao en salsa verde, acompañado de almeja, huevo duro y espárrago, o esa carrillera de ternera estofada que se presenta con hojaldre, queso rallado, piña y plátano.

El blanco que ofrece la casa, de verdejo, es parte de una bodega bien surtida y actualizada. Y en cuanto al capítulo dulce, un timbal de maracuyá o una tarta de moka ponen de su parte.

Clavijo tiene nombre propio.