CREO QUE EL MEJOR acercamiento al movimiento del 15-M es un acercamiento con respeto, porque establecer una relación de respeto con la realidad, con los acontecimientos, nos ayuda a ser menos unidimensionales y más equilibrados, lo que es importante en un tiempo en a que tanto la superficialidad como el desequilibrio son síntomas inequívocos de nuestra sociedad, según la opinión de un filósofo actual, que comparto.

El respeto hacia este movimiento, como siempre ocurre con el respeto, es una relación intencional, que nos lleva, en primer lugar, a prestarle atención, pues lo esencial del respeto viene dado por la mirada atenta -respectus deriva de respicere que significa mirar atentamente- desde la aproximación y la distancia.

A mí me ha ocurrido que, al tratar de acercarme, me he sentido concernida e implicada con la consiguiente pérdida de seguridad e instalación intelectual más o menos confortable. ¡Bienvenido este regalo de inquietud!

Estoy mirando lo que está sucediendo, pero aún no sé qué es lo que tengo delante, como le sucederá a tantas personas. Sé que ha llamado mi atención porque rompe el esquema cotidiano; sé que no tengo la suficiente perspectiva para verlo cabalmente; sé, además, que esta situación me está generando una serie de valoraciones o juicios. Pero se trata valoraciones y juicios prerreflexivos más que de una reflexión serena y distante.

La primera de mis emociones no reflexiva es de un cierto asombro o si se prefiere admiración y sorpresa. El Indignaos de Hessel veía la luz en este país en enero de este mismo año. Estuve de acuerdo en que "en este mundo hay cosas insoportables"; que "la peor actitud es la indiferencia" que nos hace perder algo esencial del ser humano porque esencial es "la facultad de indignación y el compromiso que le sigue". También estuve de acuerdo en que los grandes desafíos del momento son la enorme brecha entre "los muy pobres y los muy ricos" y "los derechos humanos y la situación del planeta".

Pero el llamamiento del nonagenario a los jóvenes a buscar y a comprometerse -"Encontraréis situaciones concretas que os llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Buscad y encontraréis!"- aunque me parece muy interesante, sinceramente, lo consideré más bien estéril. Seguramente en mi fuero interno no creía ya en la capacidad de reacción colectiva, persuadida de que en nuestras sociedades los asuntos comunes interesan bastante menos que la protección de lo que se posee o disfruta individualmente. Me equivocaba, y me asombré de lo que sucedía, ya desde los primeros días de las convocatorias.

Y el asombro me ha llevado al entusiasmo. Creo que la democracia, antes que un régimen político -que lo es- es un proceso de autonomía, un proceso de interrogación colectiva y de autocreación y auto-institución. Compruebo que la primera condición para que el proceso se dé, existe: contamos ya hoy con una organización política -la actual democracia formal de la que disfrutamos- que permite per se la movilización ciudadana -aunque estoy escribiendo antes de saber lo que pasará durante la jornada de reflexión (celebrada ayer)-. Por lo pronto, hay un buen montón de gente que ha reaccionado y está aprovechando el derecho constitucional para esta interrogación colectiva, para expresar pública y libremente su pensamiento, o su descontento, o sus emociones prerreflexivas.

La movilización puede ser un medio para aprender a ser ciudadanos y ciudadanas. Nadie nace ciudadano, tenemos que aprenderlo. Con independencia de las conclusiones y decisiones a que llegue este movimiento, me entusiasma ver que bastantes miles de personas están tratando de mirar juntas la realidad de las ciudades y del mundo, tratando de descubrir y centrar los motivos de la indignación y buscar las respuestas posibles. Tengo la experiencia de haber participado en la movilización de los años 60, incluso cuando el movimiento aún no tenía objetivos claros, y sin embargo, me sirvió de escuela para analizar, valorar y comprometerme en la transformación social, para aprender a vivirme y vivir como ciudadana.

Pero también soy escéptica, por dos razones: Una, porque no se me oculta que es muy difícil que este movimiento cristalice como un movimiento de masas, participativo y con orientación centrada y propuestas de avance, en una sociedad muy compleja y cambiante, y dos, porque no soy tan ingenua como para olvidar la inmensa capacidad que tiene el sistema para hacer desaparecer todos los movimientos populares que no sirvan a sus intereses. (No deja de llamar la atención que "ser antisistema", que en principio sólo significa rechazo al orden -o más bien desorden- establecido, haya pasado a ser sinónimo de antisocial, terrorista, revientaactos etc…)

Si el movimiento se resuelve en propuestas simplemente maquilladoras, será bien venido, aceptado e integrado y hasta jaleado -seguramente, también, utilizado-. Pero desde el momento en que el movimiento sea capaz -como deseo- de poner en entredicho alguno de los pilares que hacen posible la enorme brecha de la desigualdad injusta, el crecimiento y la maximización de beneficios como fin último de una economía de mercado que gobierna el mundo y la heteronomía y la alienación política actual, ese movimiento, digo, será demonizado y eliminado de raíz, no con medidas evidentes de coerción, sino con medidas sutiles que arranquen nuevos consentimientos.

Pese a todo, sea cual sea la forma en que se oriente el movimiento, tengo la convicción de que este movimiento está haciendo historia, está contribuyendo ya a cambiar una visión del mundo. Las valoraciones que se inician a través de emociones no reflexivas, como creo que es el caso, que luego se enfrentan a una serie de acciones, hechos y discusiones públicas y por fin, derivan en una nueva emoción no reflexiva, que se internaliza en una nueva visión del mundo compartida por mucha gente, ocasiona un cambio medular de percepción que podemos llamar Hacer-Historia.

Sueño con que este movimiento dé con el horizonte adecuado que le oriente y critique, y con un proceso que tienda a que mañana sea posible lo que hoy aparece como imposible, pues como dijo la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en su toma de posesión "es preciso tener grandes sueños y perseguirlos. Soñar y perseguir los sueños es exactamente romper el límite de lo imposible".

Espero y deseo que a la indignación y a la reacción le siga el compromiso. Seamos realistas, pidamos lo imposible.