El Banco Espírito Santo (BES) continúa en medio de la tormenta por las dudas sobre el verdadero estado en el que están las finanzas del grupo al que pertenece, pese a los intentos de las autoridades portuguesas por dar garantías de su solvencia y alejarlo del epicentro de la tempestad.

La preocupación en Portugal es máxima debido a la importancia de la entidad, una de las patas sobre las que descansa todo el país a nivel económico y financiero e íntimamente ligada con otras compañías lusas de peso.

"Sistémico". Así califican al BES diferentes analistas internacionales y agencias de calificación de riesgo, que recuerdan que Lisboa cerró su rescate hace apenas dos meses y las señales de recuperación todavía son frágiles.

Es actualmente el mayor banco privado de Portugal en volumen de activos, equivalentes a 82.817 millones de euros, tiene una plantilla total superior a los 10.000 empleados y catorce divisiones, con filiales especializadas en inversión y presencia en Angola, Brasil, Cabo Verde, Estados Unidos, Francia, Islas Caimán, Italia, España, Libia, Macao y Mozambique.

Ni siquiera la decisión de acelerar la llegada del nuevo presidente, Vítor Bento, para sustituir a Ricardo Salgado -quien deja el cargo después de 22 años- logró sacar a la entidad de las turbulencias, a tenor de las fuertes pérdidas sufridas a lo largo de la semana a nivel bursátil.

A éstas contribuyeron Moody''s y Standard & Poor''s, que rebajaron recientemente su nota y consideraron el BES una inversión "altamente especulativa".

¿Pero qué preocupa exactamente a los inversores?. Los créditos concedidos por el banco a otras divisiones del emporio montado por la familia Espírito Santo (que suman 1.180 millones de euros según sus propios datos) son uno de los motivos que explican este aumento de la incertidumbre.

A esto se suma el riesgo de quiebra del principal accionista de la entidad, el Espírito Santo Financial Group, que posee el 20,1 % de sus títulos y al que los analistas dan prácticamente por desahuciado.

Bento asumió el cargo el lunes -sin haber sido ratificado por la asamblea general, que no se celebra hasta el 31 de julio- en una estrategia encaminada a calmar a los mercados al aportar pruebas de que la familia Espírito Santo queda fuera de la gestión del BES.

De esta forma se pretende separar el destino del banco y el del Grupo Espírito Santo, en cuyo seno cohabitan decenas de compañías de muy diferentes sectores -financiero, turismo, agroalimentación, seguros, sanidad, etcétera-, algunas con alto riesgo de entrar en incumplimiento.

Durante las últimas semanas, los comunicados al regulador bursátil luso para informar de la marcha de administradores ligados a la familia Espírito Santo en diferentes divisiones de este conglomerado empresarial fueron un goteo continuo.

La ministra de Finanzas, Maria Luís Albuquerque, y el gobernador del Banco de Portugal, Carlos Costa, comparecieron ante el Parlamento para transmitir tranquilidad, aseguraron que inyectar fondos públicos sería la "última opción" y que por el momento la cuestión no está encima de la mesa.

La situación del BES es protagonista no sólo de la actualidad política y económica en Portugal, sino también en la calle, en una muestra más de que, tanto el banco como el grupo en general, son una institución en el país.

El BES afrontará la próxima semana una nueva prueba durante su presentación de resultados, prevista para el día 25. El primer trimestre lo cerró con 89 millones de euros de pérdidas, en línea con sus resultados de 2013, ejercicio en el que acumuló 517,6 millones de euros de pérdidas.