El 97% del agua total del planeta está en los océanos. Otro 2% es agua helada y sólo un 1% es potable. Esta última se encuentra en ríos y lagos o bajo la tierra. Actualmente, más del 90% del suministro de agua potable proviene de ese pequeña parte y está muy mal repartida, de modo que la mitad de la población mundial no tiene acceso a ella.

Estos sencillos pero determinantes datos deberían ser suficientes para hacernos reflexionar, a los que tenemos la suerte de disfrutar de los beneficios del agua potable, de la importancia de su uso racionalmente.

En Canarias, la escasez de recursos energéticos propios hace todavía más imprescindible el ahorro energético. En ocasiones, los consumidores, y con mayor frecuencia los más jóvenes, que no han sufrido la escasez de servicios como luz o agua, olvidan la interrelación tan estrecha que ambos tienen entre sí. Por eso, si importante es no derrochar la energía eléctrica, dado que en más del 90% se produce en las islas con derivados del petróleo, no malgastar agua es igualmente importante, puesto que se utiliza energía eléctrica para desalarla o elevarla desde los pozos de donde procede.

Para llenar una bañera son necesarios entre 120 y 200 litros de agua; lo habitual es que un grifo vierta 15 litros por minuto, por lo que son suficientes cinco minutos para limpiar nuestra piel y el cabello. No hay que olvidar cerrar los grifos mientras se enjabona uno, se cepillan los dientes o se está usando la maquinilla de afeitar.

2. Dispositivos de ahorro. Atomizadores y reductores de caudal en grifos y cisternas son muy efectivos para favorecer un uso racional de agua. Los atomizadores son bastante económicos -entre 10 y 20 euros- y se instalan enroscándose entre el grifo y la junta, mantienen la presión, pero permiten un ahorro en el flujo de agua de un 40%. También existen las válvulas termostáticas, que evitan la pérdida de agua habitual hasta que esperamos que ésta consiga la temperatura que nos interesa y algunas permiten también fijar la velocidad a la que fluye. Finalmente, destacar la importancia de contar con cisternas de bajo consumo o de doble cisterna. Algunas cisternas descargan casi 30 litros, mientras las de bajo consumo utilizan apenas 7 litros. El remedio casero de introducir una botella de plástico llena también resulta eficiente.

3. Lavadora y lavavajillas. Lavar los platos a mano es una de las tareas domésticas que más agua gasta. Si no se dispone de lavavajillas, es conveniente usar una pila para enjabonarlos y otra para aclararlos. El ahorro puede llegar hasta los 115 litros. Si se tiene lavavajillas, que sea de alta eficiencia, y es recomendable usarlo cuando esté lleno y con un ciclo corto; cada ciclo de más son 50 litros de agua añadida. Los mismos consejos sirven para la lavadora; las que disponen de un sistema para controlar el nivel del agua pueden llegar hasta los 135 litros de ahorro por ciclo de lavado.

4. Descongelado. Resulta mucho más eficiente descongelar alimentos introduciéndolos previamente en la nevera que meterlos bajo el grifo. Cada 2 minutos con un grifo abierto desperdiciamos 30 litros de agua.

5. Limpieza. Los fosfatos y las lejías no sólo multiplican el gasto de depuración del agua, también su consumo porque demandan más cantidad para aclarar. Utilice siempre la cantidad recomendada. Actualmente, para la colada, también existen sistemas ecológicos como las bolas que se introducen en el tambor y limpian las prendas mediante la frotación.

6. Desperdicios. El gesto de derramar el aceite de freír por el desagüe es uno de los que más nocivos para el medio ambiente. Un litro puede contaminar hasta 400.000 litros de agua. Los aceites deben depositarse en un punto limpio. Tampoco el inodoro es el lugar donde depositar algodones desmaquilladores, bastoncillos higiénicos, tiritas ni, por descontado, compresas, tampones o colillas; se multiplica el número de veces que descargamos la cisterna y la contaminación que producimos.

7. Plantas sostenibles. Optar por especies autóctonas es una cuestión de responsabilidad, ya que su crecimiento se produce con la mitad de agua que las plantas exóticas y requiere menos productos químicos para protegerlas de plagas, lo que mejora el estado del suelo. El clima urbano tiene muchas veces las mismas características que los semidesérticos, así que es importante reflexionar sobre las plantas más adecuadas. Para cuidar el jardín o las plantas que tengamos, se recomienda regar siempre al anochecer, para evitar que el agua se evapore con el sol; desconectar los sistemas de riego automático los días lluviosos o con demasiado viento; optar por cactus o arbustos con flor o enredaderas muy decorativas y poco sedientas -especies mediterráneas como las buganvillas, el jazmín, gramíneas o hierbas aromáticas crecen casi solas-; plantar la clase de césped más adecuado a los climas secos.

8. Depósito de aguas pluviales. Es conveniente, si se tiene esa posibilidad, instalar en casa un depósito de recogida de aguas pluviales para poder reutilizarlas. Lo mejor es que sean subterráneos, ya que así están protegidos del calentamiento solar.

9. Comprobar el contador. Periódicamente, es conveniente cerrar todos los grifos y mira si sigue corriendo el contador, para detectar posibles fugas. Una gota por segundo son 30 litros al día.

10. Cliente eficiente. A veces, olvidamos el uso responsable cuando salimos de casa y dejamos de pensar en la factura. Por ello, nuestros comportamientos eficientes debemos llevarlos también de vacaciones: no es necesario dejar para lavar las toallas en el hotel cada día o conviene tenerlo también presente en el uso que hacemos de duchas, playas y piscinas.