En Canarias trabajan hoy 16.882 extranjeros menos que en 2007, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo e Inmigración. La cifra actual de afiliados a la Seguridad Social es de 79.535 (media de enero a marzo de 2011) e implica un descenso del 17,5% respecto al pico alcanzado en 2007. En el mismo intervalo, la merma de ocupados en el conjunto del sistema ha sido del 14,5%.

Ésta es parte del cuadro que dibujan las últimas cifras oficiales, que evidencian la influencia del mercado laboral en los flujos migratorios. También en Canarias, otrora tendente a la emigración pero que, a partir de 1994, vivió una expansión de la inmigración sin precedentes al calor de la fuerte generación de empleo hasta 2007.

Indagando en las cifras de afiliados se comprueba que el peso de los extranjeros sobre el mercado laboral isleño apenas ha variado. Ha pasado del 12,1% anterior a la actual crisis al 11,7%. A nivel estatal la caída ha sido similar: desde el 10,8% hasta el 10,2%.

Aunque la recesión se ha dejado sentir en el número de trabajadores extranjeros desde 2007, no ha tenido un reflejo en el padrón municipal de habitantes hasta el último año. En 2010 se registró el primer descenso de los extranjeros residentes en el Archipiélago desde que arranca la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1998. Así, se pasó de los 307.379 del 1 de enero de 2010 a los 306.307 del arranque de 2011.

El descenso, aunque mínimo (1.072 extranjeros menos en las Islas), también implica el primer retroceso del peso de la población inmigrante sobre el total de Canarias, que se sitúa ahora en el 14,4%, una décima por debajo del nivel registrado en enero de 2010. De todas formas, sigue estando por encima de la media nacional (12,2%). Al comienzo de la década pasada, el 6,1% de la población de Canarias era extranjera, casi el doble que a escala nacional.

Séptima en inmigración

Sólo en cinco autonomías tiene mayor peso la inmigración en el padrón: Baleares (21,9%), Comunidad Valenciana (17,5%), Madrid (16,7%), Murcia (16,5%) y Cataluña (15,9%), según el INE.

"Siendo los retornos relativamente moderados, el ajuste de los saldos migratorios se está dando más por las menores entradas que por las mayores salidas", señala Dirk Godenau, director científico del Observatorio de la Inmigración de Tenerife (Obiten), que aúna al Cabildo insular y a la Universidad de La Laguna (ULL).

De esta manera, el último Anuario de la Inmigración en España resalta que entre 2000 y 2007 llegaron al país 550.000 extranjeros cada año, cifra que cayó a 400.000 en 2008, a 100.000 en 2009 y a sólo a 6.000 en 2010. En la línea de Godenau, en el anuario -elaborado por los catedráticos Joaquín Arango, Eliseo Aja y Josep Oliver- se resalta que la crisis no está implicando retornos masivos porque la gran mayoría de los foráneos decide quedarse en España.

El secretario de Economía y Políticas Sectoriales de CCOO-Canarias, Carmelo Jorge, pone el acento en que la inmigración "va detrás de la actividad económica" y argumenta que "si ésta se acaba, los inmigrantes se van a otro lado. Llegaron los últimos, están en los sectores más desprotegidos de la actividad económica y, cuando sobrevienen las dificultades, es a ellos a quienes más afectan".

Es lo que académicamente se denomina "movilidad inducida", en este caso por la falta de expectativas laborales. Y la propensión a moverse, en el amplio sentido de la palabra, es cuatro veces mayor entre la población extranjera establecida en España que entre los nacionales, remarca Godenau.

Movilidad interior

En esta crisis, agrega el también profesor titular de Economía Aplicada de la ULL, esa movilidad desde Canarias "no es de retorno, porque, habiendo oportunidades de empleo mejores que en tu país de origen, es mucho más atractivo trasladarte a otro país europeo".

De todas formas, un estudio de Godenau hace hincapié en el importante peso de las migraciones interiores (dentro de la misma provincia) en las Islas. En 2009, 6.680 extranjeros cambiaron de residencia pero no abandonaron Santa Cruz de Tenerife, cosa que sí hicieron otros 3.879. En Las Palmas hubo mayor tendencia a salir fuera: 5.688 frente a 5.450.

Ello es un reflejo de la estrategia con la que las familias afrontan la crisis. Primero, amortiguan el impacto, quedándose en el mismo lugar con la esperanza de encontrar otro trabajo, lo que se acompaña de una reducción del consumo y del ahorro -enviando menos remesas a los países de origen, por ejemplo-. Luego pueden buscar empleo otros miembros de la familia, como las mujeres cuyos maridos se han quedado en paro. Al final, cuando se agoten prestaciones sociales, queda moverse.

La última Encuesta de Población Activa (EPA), también del INE, situaba la tasa de paro de la población extranjera residente en el Archipiélago en el 30,5%, el cuarto mejor dato nacional, por detrás de los registrados en Madrid (20,7%), Navarra (24,9%) y el País Vasco (25,2%). Y es la cifra más baja desde que acabó 2008.

Al analizar el dato teniendo en cuenta si el inmigrante procede de otro país de la Unión Europea (UE) o no, se observa una clara divergencia. Entre los comunitarios la tasa de desempleo en Canarias es del 21,6%, casi siete puntos inferior a la media de las Islas (28,5%), mientras que entre los no comunitarios se eleva al 33,6%, cinco puntos superior al promedio.

La progresión desde que arrancó la crisis es evidente: a mediados de 2007, sólo el 9,3% de la población activa extranjera del Archipiélago estaba en paro (el 7,4% en el caso de la originaria de la UE y el 10% para el resto).

En este punto, Godenau matiza que "no es la nacionalidad lo que engendra el riesgo de paro, sino que ello está en relación con otras variables: edad, sexo y cualificación -si la formación académica está convalidada o no, por ejemplo-", aunque sí que existe una "correlación" con la procedencia.

Por otro lado, de acuerdo con la EPA, el impacto de la crisis sobre el empleo de los extranjeros fue más inmediato. Mientras que la tasa de paro de los españoles que viven en Canarias mantiene una progresión ascendente en los últimos tres años y medio, desde el 9,9% hasta el reciente 28,5%, la de los comunitarios se disparó al 23,8% en el último trimestre de 2008 y la de los extracomunitarios hasta el 43,7% tres meses después, es decir, tras haberse cumplido un año y medio de crisis. Desde entonces, al contrario que el de los residentes nacionales, ambos porcentajes, aunque con altibajos, han ido decreciendo.

En cuanto a la destrucción de empleo, ha sido sensiblemente mayor entre los extranjeros de fuera de la Unión, que suman en estos momentos 103.500, 14.100 menos que antes de la crisis (-12%). Entre los comunitarios el recorte actual es del 8,7%, lo que supone 3.700 menos y deja el total en 41.100, según el INE.

Medidas del Gobierno

Un informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) pone de relieve que el Gobierno de España "ha apostado con claridad por las políticas destinadas a recortar la oferta de trabajo de los inmigrantes como medio para paliar los efectos de la crisis en el desempleo".

Los expertos Florentino Felgueroso (Universidad de Oviedo) y Pablo Vázquez (Universidad Complutense) concretan que esa actuación se plasma en un menor catálogo de ocupaciones de difícil cobertura, los incentivos al retorno, la restricción del reagrupamiento familiar y la mayor penalización por la entrada ilegal en el país.

El endurecimiento de las políticas de inmigración, relatan, surge "probablemente" como una reacción al hecho de que el paro registrado de los inmigrantes se haya disparado. En Canarias, el servicio público de Empleo contabiliza 26.575 desempleados extranjeros, un 135% más que a mediados de 2007. En el conjunto estatal el incremento ha sido en el mismo intervalo del 333%, hasta los 642.893, lo que implica que se ha multiplicado por más de cuatro el dato anterior a la recesión.

Pero, a juicio de los investigadores de Fedea, las medidas citadas parten de la idea de que es necesario dejar hueco en el mercado laboral para los trabajadores nacionales. "Piensan que es como el juego de las sillas", ironizan, y recuerdan que los inmigrantes vinieron a España porque eran necesarios para cubrir la demanda de empleo. Había puestos que no deseaban los nativos y, además, la incorporación de la mujer al trabajo "externalizó" servicios domésticos que debían seguir prestándose. Todas estas razones, con matices, aún son válidas.