LA AGRICULTURA en Canarias ha sido durante el siglo XX el medio de vida de muchas familias en nuestras islas. En la actualidad, no le queda otro futuro que su desaparición, a no ser que nuestros políticos sean capaces de cambiar este destino y de impedir el trato discriminatorio y vejatorio entre los distintos sectores que la componen. Las ayudas europeas deberían destinarse a garantizar la cohesión y el beneficio colectivo, siempre con la idea de que éstas deberían servir para apoyar a los sectores estratégicos, sin discriminaciones injustificables.

Los responsables políticos de este sector en la Comunidad Autónoma, ya sean concejales, consejeros, viceconsejeros, directores generales, etc. ¿a qué intereses juegan? Me hubiera gustado oírles defender la agricultura a nivel institucional como en los casos del Posei, AIEM, medidas agroambientales, etc. en el sector de la vitivinicultura, y no expresar afirmaciones contundentes de defensa puramente demagogas.

Al político le encanta presumir, alabando y bendiciendo nuestra tierra, mostrando las excelencias de los productos canarios, cuando por San Andrés los bodegueros abren las bodegas, utilizando la demagogia barata. Sólo el viticultor y el bodeguero saben que sus cosechas no se han podido vender y muy por el contrario se han vendido los de La Rioja, Navarra y el Priorato, que han sido introducidos en Canarias a través de supermercados, grandes superficies, restaurantes, bares, etc. a unos precios irrisorios que rozan la competencia desleal. Además, son muy pocos los restaurantes que tienen vino canario. Lo comprendo, la economía manda y no es de su responsabilidad la promoción y protección de nuestros productos.

En cuanto a la ganadería, vemos cómo el ganadero está preocupado del dinero para los piensos y comidas de su ganado, ¡que si no comen los animalitos, no dan leche y no habrá queso! Quesos de los mejores del mundo, de los que los políticos presumen; eso sí, a los cabreros los dejan abandonados a las inclemencias de los valores de mercado. Nuestros más celebérrimos productos sirven para, llegado noviembre, en los premios Agrocanarias, ver al presidente de la Comunidad Autónoma, a la consejera de Agricultura, Pesca y Alimentación y otros colocarse las medallas de goles que ellos no han marcado.

A todas estas me pregunto: ¿es posible la agricultura en Canarias? La respuesta es muy simple: en estas condiciones no. El agricultor no puede cultivar la tierra por amor al arte o para proteger nuestros campos y nuestro paisaje del abandono y la desolación, ni para que presuman los políticos de nuestros productos. En resumen, no pueden vivir del aire, necesitan recibir una remuneración por su trabajo que les garantice un medio de vida digno y un futuro.

Por lo que respecta a la producción de papas, en la actualidad asistimos a dos hechos: primero, la desidia de nuestras autoridades al permitir que nuestras papas se vieran infectadas por enfermedades foráneas y que no sepamos combatir o neutralizar; segundo, la importación masiva de papas de fuera de mala calidad y a muy bajo precio que han invadido nuestros mercados en perjuicio de la nuestra, ahogando con ello a nuestros agricultores. Un claro ejemplo de esto lo tenemos en que, en estos últimos años, el agricultor canario no ha podido vender las papas en el campo a más de 30 céntimos el kilo cuando su coste de producción se encuentra alrededor de los 60 céntimos. Ante estos dos hechos, al agricultor no le queda otro camino que abandonar.

Lo lamentable de la clase política canaria, ante la importación masiva de productos agrícolas que se pueden producir en Canarias, como papas, leche, verduras y, sobre todo, 60 millones de litros de vino, es que los argumentos que se esgrimen son los del libre comercio o los de eludir la responsabilidad en la materia. Sin embargo, le recordamos a esta clase política que se escuda en estos argumentos que EE.UU., el país más rico del mundo, aplica una barrera fitosanitaria y arancelaria para salvaguardar su agricultura de la agresión importadora.

Esta pasividad contemplativa para defender el sector primario, indispensable para Canarias, es intolerable por no decir que es el resultado de la incapacidad política.

En cuanto al sector platanero, asistimos al hecho de cómo las plataneras de la Isla Baja se muestran espléndidas y producen la admiración de cuantos las contemplamos, pero yo me pregunto: ¿son realmente rentables para que sus dueños las mantengan así, o son producto de las ayudas recibidas por la Administración? No lo sé. Lo que sí sé es que o cambian las tornas o nuestra agricultura y, por ende, nuestro paisaje están abocados a la desaparición.

Ya está bien de presumir de nuestros campos cultivados y de las excelencias de nuestros productos a costa del trabajo de nuestro humilde agricultor, al que, promesa tras promesa, se le engaña y se le impide seguir sacando provecho de sus tierras.

Señores consejeros, o distribuimos más justamente el dinero que llega de Europa (Posei, ayudas agroambientales, etc.) y aplicamos otras medidas protectoras (AIEM, etc.) a nuestra agricultura, o la desaparición está garantizada. No obstante, hacemos hincapié en que los agricultores no pedimos de ninguna manera limosna, sino los principios constituyentes de la Unión Europea, de la cual formamos parte: equidad, equivalencia y proporcionalidad.