Al plan de rescate comunitario, dotado con 750.000 millones de euros, contribuirá el Banco Central Europeo (BCE) con nuevas inyecciones de liquidez, la reactivación del intercambio de divisas (línea swap) con otros bancos centrales y la compra directa de deuda, que alivió considerablemente la presión sobre la española y del resto de países del euro con peor situación fiscal: Grecia, Portugal, Italia e Irlanda.

Esta última medida, descartada por el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, tras la reunión del pasado jueves en Lisboa por el consejo de gobierno de la autoridad monetaria, suscitó dudas sobre la independencia del banco, en tanto que no figura en el catálogo de instrumentos del regulador.

Trichet negó en Basilea (Suiza), donde asistió a una reunión del Banco Internacional de Pagos, que el BCE haya cedido a presiones políticas o haya alterado sus objetivos, que siguen siendo, dijo, la estabilidad de los precios.

El presidente del banco central alemán (Bundesbank) y miembro del consejo de gobierno del BCE, Axel Weber, fue sin embargo "crítico" con la compra directa de deuda pública de los países más expuestos a los ataques especulativos, puesto que esta acción podría aumentar los riesgos de la estabilidad, argumentó.

La adquisición de deuda comenzó ayer, pero ni el BCE ni los bancos centrales del eurosistema revelaron detalles al respecto.

Por otro lado, el "número dos" del Fondo Monetario Internacional, John Lipsky, dijo que España y Portugal deben llevar a cabo un ajuste fiscal mayor que el previsto. Preguntado si ambos países deberían hacer una reducción adicional de su déficit, el funcionario respondió: "Sí, aunque no sólo Portugal y España. Será necesario en todas las economías avanzadas".