Son pocos los que cuestionan el "time sharing" como producto. De hecho, la mayoría defiende las excelencias de este negocio que comenzó a proliferar a partir de los años 70 en países como EEUU, Australia y Sudáfrica. A partir de ahí, se extendió por todo el mundo hasta recalar en las Islas, donde se fraguó una "leyenda negra" a raíz de una estafa a turistas británicos que ha marcado de por vida a este modelo de alojamiento. A su vez, el sistema de venta en la calle empleado por algunas empresas del ramo a la hora de captar clientes ha generado toda clase de críticas. Estas prácticas han disminuido en los últimos años, pero "el time sharing aún sigue en las calles del Sur", indica el presidente de la Asociación Provincial de Agencias de Viajes (APAV), José Ignacio Alonso, que lo califica como "una oferta molesta para la legalidad en las zonas turísticas", al tiempo que apostilla que "es una de las asignaturas pendientes del Gobierno canario, que no les exige los mismos controles que al resto del sector". El secretario general de la Unión de Consumidores de España (UCE) de Santa Cruz de Tenerife, Raúl Alonso, destaca sus múltiples ventajas, "siempre y cuando se gestione bien, ya que propicia un porcentaje de turistas fidelizados anualmente al destino". Esto es así porque, "aunque el propietario decida no venir un año, otro ocuparía su plaza a través del intercambio". No obstante, recalca que "el escándalo que se produjo en su día repercutió de manera muy negativa en el destino". Al respecto, puntualiza que las quejas relacionadas con la multipropiedad, que han ido en franco declive en los últimos años, hasta representar en estos momentos apenas un 0,09% del global de las cursadas a través de las asociaciones de consumidores, se relacionaban antes con el modo de acceder a la propiedad y ahora aluden sobre todo a problemas de mantenimiento de los complejos o a dificultades para acceder al intercambio.