Los españoles no estuvieron a su mejor nivel en el triatlón de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. El mejor fue el mallorquín Mario Mola, octavo, quien se adjudicó un diploma olímpico. En la décimo octava plaza arribó el talaverano Fernando Alarza. Finalmente, el tinerfeño Vicente Hernández terminó en la posición vigésimo séptima.

Todo, en una carrera mediatizada por el dominio de dos hermanos de leyenda: Alistair y Jonathan Bronwlee. El primero revalidó el título logrado hace cuatro años en Londres y se convirtió en el primer doble campeón olímpico de la historia del triatlón. El segundo -bronce en 2012- fue plata, mientras que el surafricano Henri Shoeman capturó bronce.

El guión comenzó a escribirse nada más darse la salida en Copacabana. Como era de esperar, el eslovaco Richard Varga, cuádruple campeón del mundo de acuatlón, marcó el mejor parcial en las aguas de la icónica playa carioca. Los Brownlee siguieron sus principios a pies juntillas. Reventaron la prueba nada más salir de sección a nado.

Y, encima, encontraron la simbiosis de interesantes compañeros de viaje. Salieron muy bien del agua (Alistair, cuarto) y forzaron la selección desde el primer duro repecho de la primera de las ocho vueltas ciclistas, de algo menos de cinco kilómetros.

Alistair no desaprovechó la oportunidad de inmortalizar su nombre con un inédito segundo título olímpico en la joven historia del deporte del tres en uno. Ganó la más bella de las carreras familiares. Con un crono de una hora, 45 minutos y un segundo.