NO SE PODÍA ESPERAR de Pep Martí que llegara a la Isla con una varita mágica y, de repente, diera la vuelta como un calcetín a un Tenerife que ocupaba (y ocupa) puestos de descenso a Segunda B. Con solo dos entrenamientos, importaba más el mensaje que sus aportaciones tácticas y sus cambios en la formación inicial. Por eso, habrá que valorar el cambio más adelante. Cuando de verdad quede claro el sello del nuevo entrenador blanquiazul. De momento, más sensaciones que otra cosa.

Empecemos por lo que no se había visto en las once jornadas anteriores. Fue el de ayer un equipo más solidario en las ayudas, más atento y concentrado, mejor preparado para cambiar el chip en el momento de la pérdida de balón y, sobre todo, que defendió hacia adelante durante los 90 minutos de partido. Esta vez no se replegó en busca de la comodidad ni impulsado por el miedo. Incluso después del 1-0 fue capaz de apretar a su rival y dificultar su salida de balón.

Entre las aportaciones de Martí queda también la confianza en Cristo González y Tomás Martínez, uno como titular y el otro con minutos suficientes (y un entorno favorable) como para empezar a enseñar lo buen futbolista que es.

La victoria de ayer no es garantía de un futuro mejor. Pero puede servir para plantar la semilla del cambio. El Tenerife tiene que crecer y puede hacerlo. Tienen mimbres para ello. Aún hay cosas en las que el nuevo técnico puede intervenir de manera decisiva. Falta, por ejemplo, algo de creatividad en la tripleta central. Pero quizás no era el momento, en su debut, para dar un giro tan brusco. Tiremos de paciencia, confianza y alegría. Justo lo que pide Pep Martí a los suyos.

@juanjo_ramos