EL FÚTBOL es tan singular que un mismo partido permite interpretaciones opuestas. Y ambas, desarrolladas con convicción, pueden ser creíbles. En los dos casos, las conclusiones obtenidas no dependen de la realidad, sino de la honestidad del analista. O de sus prejuicios y de sus intenciones. El Tenerife-Barcelona B no es una excepción.

Cervera ganó el partido desde el banquillo al regalarle el balón a los dos centrales del Barça B y tapar a Samper, su verdadero organizador. El técnico obligó al filial azulgrana a jugar en largo y supo ahogar al extremo Adama, anulando así el peligro del equipo más goleador de la categoría. A partir de ahí, al poder contar ya con Ifrán en ataque, reinventó a Suso como mediapunta, lo que le da al equipo más velocidad en las transiciones y más control en mediocampo con la presencia de Ricardo. Se demuestra que, con todo el plantel sano, Cervera es el hombre idóneo para hacer brillar al Tenerife.

Desastre. El Tenerife sigue sin jugar a nada. Se encontró con un decepcionante Barça B, con nueve titulares menores de veinte años que se asustaron ante la presión del Heliodoro, verdadero artífice del éxito. Así y todo, la victoria sólo llegó tras un disparo afortunado y un error arbitral. El triunfo no debería ocultar que el equipo está a un punto del descenso y ante un calendario terrible, mientras Cervera sigue con sus guerritas particulares, castigando a dos pilares como el Ruso García y Uli Dávila. Y tras tirar a la basura dos meses de competición, maltrata al club al contar apenas con tres de los once fichajes realizados.

P. D. Acabado el juego sobre las interpretaciones futbolísticas, ahora toca opinar: estoy mucho más cercano a lo expuesto en el párrafo titulado ''magia'' que en el encabezado como ''desastre''. Y aunque ignoro lo que ocurrirá en el futuro en el terreno de los resultados, estoy convencido de que el triunfo ante el Barcelona B no va a traer la paz al entorno del Tenerife porque la persecución a Cervera no obedece a razones deportivas. Es una cacería.