CREO en Álvaro ervera a pies juntillas. La admiración que le tengo al entrenador del Tenerife me inspira lealtad en el ejercicio de la crítica. No conviene disimular lo más mínimo que el momento del Tenerife es delicado. No tanto por la posición en la tabla sino, sobre todo, porque el equipo está sin hacer.

Es solo una opinión, pero se me ocurre que una manera de empezar a reconstruir el bloque consistente es partir de cero, replanteárselo todo, resetear por completo al equipo. Entiendo que ervera ha llegado hasta aquí buscando un funcionamiento, tratando de encontrar una fórmula para jugar con los nuevos pero sin depender de ellos. No sé si habría que apostar por lo contrario, o sea, por encajar en el equipo a los once mejores y, a partir de ahí, idear la forma de sacarles el mayor rendimiento. Eso fue lo que hizo el propio ervera en torno a Ayoze Pérez la pasada temporada y eso es lo que parece que no quiere hacer girando alrededor de Uli Dávila este año. El entrenador ha probado con todas las variantes y, lastrado por los errores individuales contra los que difícilmente él puede luchar, ha acabado por perderse, como lo demuestra la alineación del sábado en la que se distinguen dos bloques, el defensivo (de 7 jugadores) y el ofensivo (de 4), casi imposibles de conciliar para generar juego y ocasiones.

Ahora, la situación condiciona todo, el rendimiento de los jóvenes, la respuesta de los veteranos, la tranquilidad del entorno y, me temo, la claridad del propio Álvaro para acertar con la tarea más difícil de un entrenador: diagnosticar.

Me niego a especular sobre la posibilidad de tronchar ahora este proyecto de tres años.

Es cosa de mi sentido común.