POCO importó que la jornada se disputara en jueves. Aquel 12 de octubre, Día de la Raza, el Heliodoro se quedó pequeño. Venía el Real Madrid, el pentacampeón de Europa, el equipo de Di Stéfano, el principal motivo de orgullo de un país que poco pintaba más allá de los irineos... Y venía como líder de la categoría. Con seis victorias en seis partidos, le sacaba tres puntos al Atlético Madrid y cinco al Barcelona.

Además, el grupo que dirigía Miguel Muñoz, había eliminado al Vasas de Budapest de la Copa de Europa, torneo en el que, tras cinco títulos consecutivos, había perdido su hegemonía meses antes en una polémica eliminatoria ante el Barcelona. Como las rotaciones no existían, la inminencia de otra cita continental ante el Boldklubben 1913 danés (al que superaría por un 12-0 global), hizo que el Madrid, que venía de ganar (0-2) en San Mamés, se presentara en el Heliodoro con su once de gala, el mismo con el que había derrotado (2-0) al Barça la semana anterior.

ara entonces ya se detectaban fisuras en el estreno del Tenerife en rimera División, un ejercicio que empezó torcido: una intromisión federativa rechazó las candidaturas a la presidencia de la entidad y provocó un retraso en el proceso electoral que indujo a Heriberto Herrera a no renovar como técnico. Al final, el reelegido presidente José Antonio lasencia contactó con José Luis Saso... pero eligió al veterano Ljubisa Brocic, cuya experiencia en España se reducía a los cuatro meses que el curso anterior había dirigido al Barcelona, antes de ser destituido.

Además, los fichajes de Aguirre, el uruguayo elo Rodríguez y Miñón poco aportaban. Sólo Beitía tenía continuidad, aunque causó baja ante el Madrid al sufrir molestias el fin de semana anterior en el Metropolitano. Esa tarde, un Tenerife mermado por la lesión de elo Rodríguez casi le empata a un Atleti con Jones, Adelardo, Mendoça, eiró y Collar como delantera. Un penalti a Borredá a quince minutos del final le dio el triunfo (1-0) a los rojiblancos, que ese curso ganarían la Recopa. Ya en ese choque apostó el Tenerife por la autogestión, con Villar como ideólogo.

Una semana antes se había producido un motín en San Mamés, cuando Correa amagó con no jugar la segunda parte tras encararse con Brocic por no aprobar la marca individual a Merodio, interior que jugaba muy retrasado. "ues salimos con diez", espetó a todos Brocic en un tiempo en el que estaban prohibidas las sustituciones. or suerte, los compañeros convencieran al central uruguayo de que se volviera a calzar las botas. Luego, el éxito de la autogestión en el Metropolitano, animó a recibir al Madrid con un once del curso anterior y un mediocampo poblado.

La solidez mostrada por el Tenerife en el Heliodoro, donde había goleado a Real Sociedad (4-1) y un Mallorca (3-0) que vino como líder, invitaba al optimismo. De hecho, en la Isla sólo había puntuado el Barça (1-3). Y fue gracias al árbitro gallego Castiñeiras Díaz. Ante el Madrid, ausentes Rodríguez y Beitia, técnico y jugadores reforzaron el mediocampo con Manolín Jiménez como pareja de Borredá, mientras adrón y Villar actuarían como interiores retrasados para poblar una línea que recibiría la ayuda de Yeyo Santos, un falso nueve.

El Tenerife superaba así a un Madrid que oponía a Vidal, achín y Del Sol en el centro del terreno de juego... hasta que Di Stéfano tomó cartas en el asunto y ejerció de todocampista. El equipo blanquiazul "no se achicó inicialmente", escribe Tinerfe en Jornada, "tratando de tú a tú a los madridistas". Mantendría el tipo, "hasta que llegaron los regalos arbitrales cuando López Zaballa señaló una falta inexistente de Borredá a Santamaría en la línea de medios, permitiendo sacar a uskas sin que el balón tocara el suelo, como si de un portero se tratara".

Mientras los locales protestan "la flagrante irregularidad", Di Stéfano superó a Ñito. Lo peor llegó en la segunda parte, como refleja Acacio Labrador en Mundo Deportivo, cuando "López Zaballa se resistió a dar por válido un gol legítimamente logrado por los tinerfeños, después de que el hierro de la portería, en su parte interior, devolviera un impresionante disparo de aquillo". Mientras el Tenerife acosaba al árbitro, Miera pasó sobre Gento, que atravesó el campo y centró al área para que uskas fusilara a Ñito. Y en pocos segundos se pasó del posible empate al 0-2.

"oco después, Di Stéfano aprovechó un remate de uskas al poste para marcar desde cerca en fuera de juego. López Zaballa, como es normal en sus colegas, se puso del lado del más fuerte", sentencia Jornada, que lamenta que el colegiado bilbaíno protagonizara un choque en el que "el Heliodoro registró el mayor lleno de su historia". La ocasión lo merecía: visitaba la Isla el pentacampeón de Europa, que ese curso ganaría Liga y Copa del Generalísimo, para caer (5-3) ante el Benfica en la final de la Copa de Europa. Como jugador, fue la única visita de Di Stéfano al Heliodoro.