Unai Albizua Urquijo (Álava, 18-1-1989) se animó este verano a dar el paso de dejar el club de su vida, el Athletic, para procurar no pasarse otro curso casi sin jugar. Eligió la oferta del Tenerife, al que se incorporó a préstamo con el objetivo de ayudar, acumular minutos y volver al equipo vizcaíno con más opciones de poder triunfar.

Después de casi un mes en la Isla, ¿ya ha tenido tiempo suficiente para asimilar los cambios?

Al principio cuesta, pero poco a poco me he ido haciendo a la idea de que tendré que estar aquí un año entero, de que me tendré que acostumbrar a los nuevos compañeros, a las instalaciones, a la ciudad... y lo estoy asimilando. Es verdad que echo cosas en falta, pero imagino que lo iré superando con el paso del tiempo y me habituaré.

¿Qué es lo que más extraña?

La vida allí (Bilbao) es diferente. Estás con los amigos y demás. Y, por su puesto, echo en falta a la familia y también mi novia.

Porque la suya ha sido una vida ligada al Athletic de Bilbao...

Llegué con 14 años. Era cadete. Venía de jugar en el equipo de mi pueblo (Llodio, que está en Álava).

¿Cómo se fijaron en usted?

El club tiene una red de ojeadores que sigue a los chavales de los diferentes equipos. En aquel entonces estaba en uno de mi pueblo, en una categoría un poco baja, pero allí destacaba bastante. Entonces me llamaron para ir a entrenar con el Athletic infantil de segundo año. Fui cuatro días a la semana durante un mes, y también jugué unos torneos. Cuando acabó la temporada tuvieron una reunión con mis padres y les dijeron que me querían incorporar al club. Por supuesto, yo estaba encantado.

¿Hay algo mejor para un canterano de un pueblo como Llodio?

Allí, todos los chavales persiguen eso, llegar al Athletic. Y es difícil, porque desde el principio hay muchas cribas y cada año entra gente nueva y se van muchos. Yo iba quemando etapas. Nunca destaqué, pero con trabajo y constancia llegué al primer equipo. Es cierto que no tuve muchas oportunidades en esta última etapa en Primera, pero quiero seguir buscándolas y creo que el puente para poder conseguirlas es el Tenerife.

¿Cómo fueron sus primeros años vinculado al Athletic?

Vivía a media hora de las instalaciones de Lezama. Lo que hacen allí es ir recogiendo a los chavales de la zona en un bus. En mi caso, la ruta empezaba en Amurrio y llegaba a Lezama, pasando por varias localidades. No tuve que cambiar de casa. Los navarros o los guipuzcoanos sí lo hacen. Van a una residencia del Athletic. Yo soy alavés, pero mi pueblo está justo en la frontera de Vizcaya.

¿Siempre fue central?

No. Empecé en una Liga que era un poco floja y, como era de los destacados, en esa etapa jugué de delantero e incluso de extremo. Pero luego empecé a hacerlo con más frecuencia de pivote. Y cuando llegué al Athletic me utilizaron como central y también como mediocentro defensivo. A partir de ahí, poco a poco fui jugando siempre de central. Y si alguna vez faltaba un lateral, también lo hacía ahí. Pero eso no era lo común. Lo que pasa es que en mi primera temporada en el Bilbao Athletic, el entrenador (Luis de la Fuente) vio que podía jugar de lateral derecho y estuve en ese puesto unos veinte partidos. En la campaña siguiente, con Cuco (Ziganda), completé la Liga siendo central. En cambio, en el primer equipo he estado más en las dos bandas.

¿Cómo resultó su paso por el Bilbao Athletic?

Mi primer año no fue muy bueno, sobre todo en cuanto a juego. Nos quedamos en la mitad de la tabla. Luego vino Cuco y hubo una revolución: se marchó mucha gente, utilizamos otro estilo totalmente diferente, más de toque, de atacar, de correr... Hicimos una buena Liga, pero coincidió mucha gente nueva y nos costó competir. Y en el año posterior hicimos un temporadón. Peleamos por el primer puesto con el Alavés y el Éibar. Al final quedamos terceros. En la promoción eliminamos al Levante B, pero perdimos en los penaltis con el Huracán Valencia.

En esa última temporada intervino en casi todos los minutos...

De 42 partidos jugué 40. Estuve enfermo en un encuentro, contra el Zaragoza B, y preferí no jugar, no quise ser egoísta. Luego, en el último de la Liga, sin nada en juego, Cuco decidió darme descanso.

De esa campaña llama la atención que solo vio cuatro amarillas...

Me sacaron pocas. También es verdad que teníamos mucho tiempo el balón y defendíamos apretando arriba. En el Tenerife es diferente, se hace con menos espacio atrás. Yo me siento cómodo corriendo hacia atrás. Con mi velocidad, sabiendo estar bien situado y estando concentrado, evitaba las tarjetas. Hacía faltas, pero no eran con patadas duras. Quizás, algún agarrón. Eso no quiere decir que no sea agresivo, porque sí considero que lo soy, además de intenso y un defensa que aprieta bien, pero no soy un jugador de hacer faltas porque sí.

¿Cuál fue su primera experiencia con el equipo profesional?

Con Marcelo Bielsa. El equipo estaba preparando la final de la Copa del Rey contra el Barcelona (2012) y él pidió que subiéramos algunos jugadores del filial para completar los entrenamientos durante una semana. La siguiente fue la pretemporada del año pasado (2013). Me la tomé como una prueba, un reto. Era la ilusió n de mi vida. Sinceramente, nunca pensé que iba a llegar tan lejos. Siempre quieres estar en el primer equipo, pero siendo pequeño nunca me puse esa meta. Mis padres me decían que tenía que estudiar y yo era consciente de ello, porque el mundo del fútbol es muy difícil y muy poca gente llega a ser profesional. Además, nunca fui de los que destacaron en las diferentes categorías. Siempre hubo otros que despuntaron, pero muchos se quedaron en el camino. Me lo empecé a creer cuando llegó Cuco, porque él me dio mucha confianza. Me decía que podía llegar, que tenía que intentarlo. De repente, un día me indicaron que me querían hacer un contrato del primer equipo. Ese día estaba con mi hermana en casa y cuando se lo conté, me puse a llorar.

¿Quién se lo anunció?

Me llamó el representante por teléfono y me lo dijo. Lloraba por la ilusión que tenía y porque viví momentos muy malos. Me rompí el ligamento cruzado estando en Tercera, con el Baskonia, y después tuve muchos problemas en un tobillo. Ahí perdí la ilusión por el fútbol y estuve a punto de dejarlo. Pero hubo gente que creyó en mí, más incluso que yo. Gracias a ellos estoy aquí para ayudar al Tenerife y volver luego al Athletic, porque la ilusión que tenemos allí los chavales es la de jugar toda la vida en ese equipo.

¿Por qué dice que nunca pensó que podía llegar tan lejos?

De pequeño tienes esa ilusión, pero la ves muy lejos. Pensaba que mi objetivo tenía que ser llegar al Bilbao Athletic, porque estás en Segunda B y te metes en una rueda en la que puedes compatibilizar el fútbol con el trabajo y ganas tu dinero. Pero se me presentó la ocasión de jugar en el primer equipo y para mí fue algo muy grande.

Acabó saliendo cedido al Tenerife, pero pudo hacerlo el verano pasado a otros equipos...

Iba a salir (al Mirandés) para tener más minutos, pero hubo unos problemas entre los clubes y, al final, convencí al entrenador durante la pretemporada. Me dijo que lo mejor era que me quedara, que necesitaba un jugador como yo, porque le daba la posibilidad de jugar de central y de lateral. A Ernesto (Valverde) solo le puedo agradecer el trato que me dio. Es normal que no jugara en Primera (cuatro ve-ces como suplente), porque solo lo hacen once y es el Athletic, que quedó cuarto en el Liga y ahora va a la previa de la Champions. Allí los minutos son muy caros y me los tomaba como si fueran de oro.

Y surgió su pase al Tenerife...

Este verano hablé con Ernesto. Le propuse la posibilidad de salir cedido y la valoró. Me confesó que su idea era que me quedara, pero le respondí que si mi situación iba a ser la misma que la del año anterior, prefería salir y jugar. Al día siguiente se puso todo en marcha. El Tenerife fue el que más interés mostró y no tuve muchas dudas.

¿Qué teclas tocaron en el Tenerife para que lo tuviera tan claro?

Simplemente hablaron conmigo. Me dijeron que querían ficharme y demostraron que me conocían de haberme visto jugar. Muchas veces, los intereses de los clubes no son reales. Un jugador cedido del Athletic siempre viene bien, pero no sabes si es para hacer plantilla o para jugar. Y claro, en el Tenerife no me prometieron que voy a jugar siempre, porque eso me lo tengo que ganar con trabajo.

¿Qué tal va su integración?

Al principio me costó, porque soy un poco introvertido y, además, esto es muy diferente a Bilbao. Lo dejé todo allí: me acababa de comprar un coche y un piso, llevaba tres meses viviendo con mi novia, nunca había salido... Lo dejé todo para venir. Para mí fue una apuesta grande y al principio lo pasé mal. Por suerte ha venido un compañero (Guarrotxena) al que conozco bien. Sé que nos ayudaremos entre los dos. De todos modos, cada día estoy mejor. El clima es estupendo, la gente es súper amable, me están tratando de cine y ya le he agradecido a los compañeros su recibimiento. Al entrar en un grupo nuevo pensé que me iba a costar más, porque la gente no se iba a abrir tanto, pero me han tratado como a uno más.

¿Quiénes han sido sus "guías"?

Quique Rivero y Nauzet me están ayudando mucho.

Llegó a reconocer que le había sorprendido el nivel futbolístico del Tenerife. ¿Fue para tanto?

Quizás, los jugadores de aquí son más parados que los de allá, porque los del norte somos más de correr. Se suele decir que los de allí tienen mucha garra y no sé si es eso, pero, por ejemplo, el entrenador (Álvaro Cervera) me pide a veces que esté más colocado en el campo y a mí el cuerpo me pide que corra. Al final, son maneras de entender el fútbol y la vida; otra forma de ser. Aunque a lo mejor aquí son más parados, la calidad que tienen es increíble y todos son muy creativos.

¿Le gustó el Rodríguez López?

No había estado antes y me parece un campazo. Está muy bien. No todos van a ser San Mamés. En Primera hay campos peores.