Han pasado más de tres lustros, pero el gol de Antonio Mata permanece en la memoria colectiva de los aficionados del Tenerife. Y no hay que ser precisos. Todos saben que el gol de Antonio Mata es aquel que marcó ante el Bröndby en el Parken de Copenhague. Y que en el último en el último minuto de la prórroga dio a los blanquiazules el pase para las semifinales de la Copa de la UEFA. "Estaba seguro de marcar. Podía tirar Chano, pero le dije a Joka [Slavisa Jokanovic, su compañero] que yo sacaba en corto y que la parara, que había hueco. Y salió bien", resumía el autor del tanto tras el partido.

"Es el momento más bonito que he vivido como futbolista", explicaba Antonio en el punto culminante de aquella aventura UEFA en la que el grupo de Jupp Heynckes estuvo siempre al borde del precipicio. Pudo caer ante el Maccabi en la primera ronda, cuando en Tel Aviv sobrevivió agónicamente al Yom Kippur y los cuarenta grados del desierto israelí. También pudo ceder con el Lazio en la siguiente ronda, cuando Juanele encontró petróleo en un partido caótico (5-3) que hizo enloquecer al Heliodoro. O en De Kuip contra el Feyenoord, cuando contestó con una exhibición (2-4) a su nulo acierto en el partido de ida. Ante el Bröndby también estaba condenado a la eliminación.

El Tenerife había caído (0-1) en el Heliodoro tras fallar Jokanovic un penalti. Y había perdido por sanción para la vuelta a Felipe (acumulación) y Robaina (expulsión). Además, la notable marcha liguera invitaba a centrarse en el torneo doméstico para poder repetir aventura europea: a trece fechas del final, en un campeonato de 42 jornadas, el Tenerife, con un partido menos, era séptimo, plaza con derecho a repetir experiencia UEFA. Venía de golear (4-0) al Barça, ganar (0-2) en Valladolid y empatar (3-3) con el Athletic. Y aún tenía pendiente, desde la primera vuelta, la visita del Atlético Madrid a la Isla. Y en Europa ya había cumplido al eliminar a tres equipos con más pedigrí.

Sin embargo, Heynckes anunció batalla. "No nos rendimos", dijo. Un centenar de valientes tampoco se había rendido: atravesó media Europa para estar con su Tenerife en una noche gélida, dispuestos a rivalizar en cánticos contra cuarenta mil daneses repletos de optimismo y cerveza. Con un planteamiento valiente, el Tenerife llevó el peso del partido. Y aunque pudieron marcar Sand y Möeller, fue Juanele el que rompió el partido: entró por la zona izquierda del área, se inventó dos recortes llenos de magia, buscó un hueco, hizo un amago ante Krogh... hasta que Pinilla interrumpió su eslalon con un zurdazo imponente y clavó el balón en la red. Cero-uno y eliminatoria igualada.

Y así siguió porque Michel Piraux se comió el silbato después de que Nielsen sacara con el brazo un disparo de Julio Llorente con el portero ya batido. Otro remate del zaguero, ya en la segunda parte, se convirtió en un gol-fantasma: el balón dio en el larguero y botó sobre la línea. El árbitro no concedió el tanto y Llorente, ese martes capitán, repitió protagonismo en la prórroga... para sacar bajo palos un balón que se colaba. Ojeda también había sumado intervenciones de mérito, pero las ocasiones eran tinerfeñas ante un Bröndby que buscaba la tanda de penaltis. Hasta Heynckes se había resignado: "Estaba eligiendo con Lienen los jugadores que iban a lanzar los penaltis".

Fue entonces, cuando ya agonizaba la prórroga y los penaltis amenazaban al Tenerife, cuando Kodro acudió a un balón suelto y fue derribado por Vilfort al borde del área. El árbitro señaló la falta y cinco daneses formaron la barrera. Y Antonio Mata, Jokanovic y Chano definieron la estrategia: los dos primeros quedaron junto al balón y Chano se retrasó unos metros para amagar con su disparo. Incluso el delantero bosnio quedó a un lado, en busca de un toque corto que le permitiera resucitar uno de los kodrazos con los que triunfó en San Sebastián. Pinilla y Juanele, al borde del área pequeña, buscaban un rebote, un rechace... un milagro que evitara los penaltis. Y la eliminación.

Porque los penaltis olían a eliminación, cruel destino para aquel Tenerife atrevido, temerario incluso, que había hecho más méritos que su rival para acceder a las semifinales de la Copa de la UEFA. Dos millones de pesetas de prima por jugador había prometido el presidente Javier Pérez si se culminaba la hazaña. Pero no había tiempo. Entonces, minuto 119, Antonio Mata tocó hacia su derecha para abrir ángulo, Joka le paró la pelota... y Antonio le pegó con la diestra, más colocado que fuerte, con algo de rosca, rasita, pegadita al palo izquierdo del tapado Krogh. Inalcanzable para el portero. Inolvidable para aquel centenar de valientes que se hartó de pasar frío en el Parken.

Inolvidable también para los miles y miles de blanquiazules que seguían el partido por televisión y que hoy, más de tres lustros después, tienen grabado en su memoria aquel gol. El gol de Antonio Mata.