En quince años, nadie ha sido capaz en Europa de batir la marca de 1.500 metros que estableció el coruñés Andrés Díaz en Grecia el 24 de febrero de 1999, hace hoy tres lustros. Un récord para el récord.

"Si ha durado quince años es porque se trataba de una gran marca", comenta el exatleta, que atiende entre dos de las clases que da como entrenador personal, su trabajo después de haberse retirado de las pistas en 2003 y haber concluido sus estudios de INEF.

Aquel día de 1999, en la reunión internacional de Atenas de pista cubierta, Andrés "iba por el récord de España", que lo tenía Fermín Cacho en 3:35.29, y se encontró "por sorpresa" con el mejor registro continental, que estaba en poder del británico Elliot (3:34.20).

"Acudimos a Atenas como una parte más de la preparación para el campeonato del mundo de Japón, que era una semana más tarde. Fuimos con nuestra propia liebre, Pedro Esteso, para batir la marca de Cacho", recuerda.

Su amigo le llevó hasta que quedaba medio kilómetro para el final, el último tercio de carrera en el que se entregó para pulverizar el récord de Cacho, su objetivo, y también el de Elliot, que cayó al completar el recorrido en 3:33.32.

"Faltó una centésima para que fuera una marca redonda (3:33.33), pero siempre es mejor una centésima abajo que arriba", bromea el exatleta.

Si aquella marca había sido una sorpresa, "que haya durado quince años, sobre todo el nivel que había en aquella época, en la que competían las siete mejores marcas del mundo, también ha sido otra sorpresa", admite.

Entre aquellos hombres de récord estaban El Gerrouj, Morceli, Gebrselassie o los españoles Cacho y Reyes Estévez.

La competencia en España en la década de los noventa era tan alta en 1.500 que Andrés había tenido que cambiar a 800 para estar en unos Juegos Olímpicos, los de Atlanta 1996, y cumplir un "sueño".

Después de aquella experiencia olímpica, volvió a la distancia en la que había destacado en su juventud y 1999 fue un año que nunca olvidará. El récord sólo fue el primer paso.

"Después del récord estás como en una nube, eufórico, con las emociones a flor de pie. Nosotros volvimos a Madrid antes de viajar a Japón y mi entrenador me puso los pies en el suelo para que me centrara y fuera a por las medallas", explica.

Y así fue como llegó el bronce en los mundiales de Maebashi, donde marcó 3:34.46. Aquel metal fue su manera de quitarse de encima una etiqueta que le molestaba.

"Tenía muy buenas marcas, pero me faltaba la medalla. Me decían que no rendía, pero en esa época era muy difícil conseguir la presea. Ya era difícil ganarse la plaza para competir, así que imagina conseguir una medalla", razona.

Pero con el tiempo, el récord va ganando terreno a la medalla, aunque el metal nunca se lo arrebatarán y la marca, en cambio, siempre pueden quitársela.

"''Recordmans'' hay muy pocos y medallistas hay más, ya que cada dos años hay campeonato del mundo, pero a mí me tenían catalogado como hombre de meetings y no de campeonatos porque, por lesiones y otras cuestiones de mala suerte, me había quedado a las puertas", comenta.

Camino de los 45 años, Andrés (12 de julio de 1969) también recuerda como otro de los momentos inolvidables la "carrera más rápida de la historia" del 1.500, en Sevilla, en 1999.

Allí, El Guerrouj ganó con una marca de 3:27.65 a Noah Ngeny y a los españoles Reyes Estévez, Fermín Cacho y el propio Andrés, quinto con 3:31.83.

El gallego participó por segunda vez en unos Juegos Olímpicos, los de Sidney 2000 y tres años después puso fin a su carrera: "Es el momento más difícil porque has volcado todas tus esperanzas y tus esfuerzos desde niño en el deporte. Yo había dejado los estudios universitarios estancados y por una lesión en el tendón descendió mi rendimiento".

"En ese momento", confiesa Andrés Díaz, "te das cuenta que no tienes nivel de antes y que es la hora de decir adiós", pero su récord aún no se despide y ya ha cumplido 15 años.