El Tenerife vivió una crisis perpetua a mediados de los setenta. Los buenos resultados deportivos, que incluyeron tres opciones de ascenso a Primera División, compartían espacio con las polémicas generadas por las dificultades económicas. El curso 76-77 no fue una excepción, aunque el equipo, con Mariano Moreno como técnico, tuvo un inicio notable. El paraguayo Maciel, los oriundos Bertinat y Aparicio o jóvenes como Julio Durán paliaron las bajas de Montero Castillo, Lanas y García Murcia. Y la eterna demora que sufrió la nacionalización de Ferreira.

La decepción llegó en la Copa del Rey, cita en la que el curso anterior eliminó al Real Madrid. En esta ocasión cayó ante Osasuna, entonces en Tercera División, lo que agravó las convulsiones económicas y aceleró la dimisión del presidente, Julio Santaella. Por el camino, la junta gestora presidida por Alfredo Pedreira, que debía limitarse a preparar la cita electoral, apartó al entrenador. ¿El motivo? Tras una goleada (3-0) al Granada, que dejaba al equipo a cuatro puntos del ascenso, secundó una protesta de la plantilla, que se negó a entrenarse "al no haber cobrado los sueldos y no tener los contratos actualizados".

Además, Moreno criticó al ya dimitido Santaella. Se le abrió expediente, "siendo suspendido de empleo y sueldo y apartado de sus funciones". En medio de la tormenta, Ñito se hizo cargo de un equipo que estuvo seis jornadas sin ganar. Y que sufrió una histórica paliza (7-1) ante el colista Barcelona Atlético. La carrera electoral finalizó al retirarse Luis Morales, quien incluía en su plancha a Juan Padrón y Manuel Hermoso, lo que provocó el regreso a la presidencia de José López Gómez, que en esta segunda etapa como mandatario se estrenó con el perdón a Mariano Moreno... con el equipo decimosexto, amenazado por el descenso.

Un empate en Córdoba permitió al equipo blanquiazul salir de la zona de descenso, aunque la jornada siguiente, sin Jorge Fernández, enfermo con gripe, estaba obligado a ganar al pujante Deportivo. Lesionados Kraus, Esteban, Román, Toño y Chiqui, el técnico improvisó en un sábado de Piñata en el que la prensa ya hablaba del gafe del Carnaval: "Los jugadores tinerfeños deben demostrar que esa leyenda negra que existe en torno a su rendimiento en las fechas del Carnaval es falsa". Y eso que, entonces, el Tenerife sumaba once victorias, tres empates y ¡ninguna derrota! en sus apariciones carnavaleras en el Heliodoro.

Para prevenir excesos, Moreno decidió concentrar al equipo en la víspera. Lo hizo en el hotel Brujas, "por estar alejado de la zona más bulliciosa de la ciudad y ser el más económico". Eso sí, al día siguiente, antes del partido, el protagonismo recayó en las murgas y comparsas que desfilaron sobre el césped... aunque, iniciado el encuentro, la atención la acaparó Crispín Maciel, un delantero paraguayo que fue figura del Cerro Porteño junto a Nino Arrúa, pero que sólo había jugado diez partidos en tres temporadas con el Granada, víctima de las dudas sobre su origen. Sin embargo, en Tenerife explotó como goleador.

Aquel sábado, sólo Paco Buyo, 19 años recién cumplidos, impidió que hiciera media docena de goles. Ya en la primera parte, Maciel pudo marcar a pase de Lolín (2'') y al cabecear dos buenos centros de Medina (17'') y Hugo Fernández (31''). Las tres veces se encontró con Buyo. Más tarde cabeceó al larguero (41'') tras una internada de Gilberto y luego se topó con la ceguera de Condón Uriz, que no vio como Richard (42'') sacaba dentro de la portería un remate del paraguayo, ni sancionó un penalti por derribo de Vales (44''). No fue el único error del colegiado, que amonestó a Medina al fingir Buyo una falta que no existió.

Con los ánimos encrespados, Maciel pacificó la grada al inicio de la segunda parte al resolver un barullo en el área tras un córner; y poco después cerró el partido al culminar desde el punto de penalti una acción de Movilla y Medina. Y aún tendría tiempo de habilitar a Illán en la contra que originó el 3-0, convertido por Pepito tras incorporarse al área con su habitual derroche físico. Eso sí, Condón Uriz aún lograría enfadar al público al inventarse un penalti de Julio a Pousada que transformó Piris. No se detuvieron ahí Maciel y el Tenerife encadenaron una racha de cinco victorias y dos empates.

Entonces, con el equipo en la quinta plaza, a tres puntos del ascenso y siete jornadas por jugar, el Tenerife cayó ante el Recreativo en la Isla y se despidió de su sueño. Acabado el curso, también se despidió de Maciel, que acabó la liga como segundo máximo goleador del campeonato, sólo detrás de Quini (Sporting) y delante del también internacional Quino (Cádiz). El paraguayo se fue a Las Palmas junto a Jorge y, en su primer año, ambos llevarían a los amarillos a la final de la Copa del Rey. ¿Y el Tenerife? Pues también despidió a Justo Gilberto... y se fue a Segunda División B.