Sesenta mil personas en el Santiago Bernabéu para ver al Castilla. Parece ciencia ficción, pero en la temporada 83-84 fue habitual. La culpa la tenía un fabuloso equipo dirigido por Amancio, que contaba en sus filas con futbolistas soberbios que en algunos casos alcanzarían la internacionalidad: Sanchís, Martín Vázquez, Michel, Ochotorena, Francis, Pardeza, Cholo, Solana, Martín González... Eso sí, la afición sólo tenía ojos para un niño rubio de cara angelical, pelo rizado, apariencia frágil y muy educado. Se llamaba Emilio Butragueño y no parecía futbolista. Y menos aún, delantero goleador.

Falsa impresión: Butragueño tenía el gol en las venas. Y vivía del engaño. Arrancaba cuando todos estaban parados y luego, en el corazón del área, donde los delanteros se aceleran, él se quedaba quieto. No iba bien de cabeza, ni era rápido, ni pundonoroso, ni tenía gran disparo... pero en el curso 83-84, jugando en Segunda División, era la sensación del fútbol español. Y había marcado 19 goles en la primera vuelta, los mismos tantos que partidos en una época en la que Juanito (Madrid) fue pichichi de Primera División con 17 goles ¡en todo el campeonato! Mientras la prensa reclamaba su presencia en el primer equipo, los aficionados acudían a disfrutarlo en el Castilla.

El inicio de la segunda vuelta ofrecía otra ocasión, quizás la última, de verlo con el filial: ante el Tenerife, un recién ascendido con dos negativos y a sólo dos puntos del descenso. Más de veinte mil personas acudieron al Bernabéu ese sábado. Para entonces, el grupo de Terremoto Fuertes, que tuvo un notable inicio liguero, caía en picado. Y aún parecía acusar la eliminación en Copa del Rey ante el Güímar. Encadenaba cuatro partidos sin ganar y sólo había sumado una victoria en las diez últimas jornadas ligueras. La crítica situación animó al presidente López Gómez a satisfacer las peticiones del técnico en el mercado de invierno.

Así, el Tenerife fichó al defensa Voro, que cumplía el servicio militar en la Isla pero aún estaba en período de instrucción y no podía jugar. Y también al hondureño Primitivo Maradiaga, mundialista en España 82 y con un centenar de internacionalidades, quien viajó a Madrid para debutar en el Bernabéu. Eso sí, López Gómez no pudo concretar la llegada de Juan Antonio García, al pedir el Madrid millón y medio de pesetas por su cesión y romper un compromiso cifrado en 900.000 pesetas. En todo caso, para el equipo blanquiazul, alojado en el hostal Torrejón, la mayor preocupación no eran los fichajes sino parar a Butragueño. Y la lluvia.

Fuertes anticipó la reaparición del hondureño Gilberto Yearwood, adelantó a Paco Brito al mediocampo para formar un doble tapón con David... y dejó en el banquillo al recién llegado Maradiaga. Y ordenó la persecución del Buitre al veterano Pedro Camus, perdonado por los comités federativos tras la expulsión sufrida el domingo anterior ante el Atlético Madrileño. Camus entendió que aquella no era su guerra y le pasó el muerto a Ordoki. "El niñato me está sacando del sitio. Cógelo tú, que cae más por tu zona", le dijo. Butragueño aprovechó la indecisión y abrió el marcador al empalmar un centro de De las Heras desde la zona derecha tras un remate al palo de José Manuel.

Un minuto antes pudo marcar Rubén Cano, cuando recibió un pase profundo de Lasaosa, regateó a Ochotorena... y se hizo un lío con el balón en los pies, acción típica de su repertorio. Eso sí, poco después del gol del Buitre empató Eizmendi al cabecear un córner ejecutado por Lasaosa. Y como Míchel (23''), De las Heras (25'') y Cholo (44'') perdonaron ante Aguirreoa, el partido llegó al descanso con un sorprendente empate, pues aquel Castilla sumaba siete victorias seguidas en el Bernabéu. En la segunda parte sería Aguirreoa quien evitaría el gol ante Blanco Vila (52''), Francis (58'') y De las Heras (64'')... y el que provocaría un penalti.

Aguirreoa derribó a Cholo, habilitado por un taconazo de Butragueño, que convirtió el penalti y selló la victoria local. "Ya empieza a mosquear tanto penalti en contra", se quejó tras el partido Fuertes, quien reconoció que "faltó ambición". Fueron los últimos goles de Butragueño con el Castilla. Dos semanas después, Di Stéfano le hizo debutar en Cádiz, donde con dos tantos en media hora levantó un partido que el Madrid tenía perdido y se convirtió en un fenómeno social. Aún así, fue pichichi de Segunda División. ¿Y el Tenerife? Estuvo cuatro jornadas más sin ganar y, tras caer ante el Celta, Fuertes fue destituido con el equipo en zona de descenso.

Luego, el Tenerife reaccionó de la mano de Juanjo... aunque necesitó una sospechosa victoria (0-2) en el Insular en la penúltima jornada para amarrar la permanencia. Pero ésa es otra historia.