El infierno. Ahí acudió el Tenerife en su primera aventura europea a jugarse la clasificación para los octavos de final de la Copa de la UEFA. Fue en el otoño de 1993, un tiempo en el que, permitida la sobreventa de entradas, los espectadores de pie o las bengalas en las gradas, el Giorgios Karaiskakis de Atenas era lo más parecido que había al infierno. Los blanquiazules se presentaron con una mínima ventaja (2-1), tras remontar en el Heliodoro un marcador adverso con goles de Del Solar y Tsiantakis en propia puerta. Y también viajaron llenos de dudas defensivas: doce goles recibidos en cuatro salidas ligueras.