EL Tenerife es un equipo singular: debutó en Primera División en medio de un caos institucional y deportivo. Tras sostener durante lustros una intensa batalla para ser admitido en las competiciones nacionales, soportó como la recién creada UD Las Palmas pasaba de los torneos regionales a la élite nacional en un año. Una década después le tocó el turno al equipo blanquiazul. Lo logró en la primavera de 1961 con un equipo (Ñito; Colo, Correa, Álvaro; Villar, Borredá; Zubillaga, Santos, José Juan, Padrón y Domínguez) que los viejos aficionados aún se saben de memoria y con Heriberto Herrera en el banquillo. Tres meses después, el Tenerife recibía a la Real Sociedad envuelto en guerras intestinas.

Una intromisión gubernativa hizo que se anularan las elecciones a la presidencia del club, a las que, además del mandatario saliente, José Antonio Plasencia, protagonista del ascenso, concurrían Marcos Cohen y José López Gómez. A Madrid no le gustaba ninguno de los candidatos y nombró una junta gestora encabezada por el coronel jurídico-militar Francisco Carnero Moscoso, hombre de orden y de probada afección al régimen. Heriberto Herrera se hartó y no renovó como técnico "por el ambiente de politiqueo que existe alrededor de la junta directiva". Un mes después, convocadas nuevas elecciones, Madrid sí aceptó a Plasencia, quien integró en la directiva a otros dos candidatos que se retiraron antes de las votaciones: Alberto Varela y Julio García. Y con ellos, a algún afín a López Gómez.

El cóctel no funcionó. Las discrepancias se agudizaron al contratar al entrenador: se negoció con José Luis Saso, con notable trayectoria en el Valladolid y el Mallorca... y se fichó al veterano Lubisja Brocic, despedido meses antes del Barcelona. Y los fichajes de Aguirre (Español), Moreno (Español), Beitia (Barcelona), Miñón (Las Palmas) o el uruguayo Pelo Rodríguez tampoco funcionaron. De hecho, la mejor incorporación del curso sería la de Justo Gilberto, que con 18 años había deslumbrado en el Realejos. Y la pretemporada tampoco sirvió de mucho. En los únicos amistosos serios, ante el Académica de Coimbra portugués, Brocic ya empezaba a hacerse un lío con las posiciones. Al extremo diestro Paquillo, por ejemplo, lo utilizó de extremo zurdo y de lateral derecho.

En el debut liguero, Paquillo jugaría de lateral izquierdo. Y Álvaro, fijo en esa zona, como mediocentro junto a Villar, mientras Borredá, su compañero habitual, se quedaba en la grada. Y con él, todos los fichajes excepto Aguirre. Y así, con el enfado del palco y el típico run-run del Heliodoro debutó el Tenerife en Primera División. A los cuarenta segundos, la crispación se transformó en fiesta. Paquillo sacó una falta desde la línea de medios y el despeje de la zaga donostiarra le cayó de nuevo Paquillo, quien, de cabeza, cedió a Padrón, que le devolvió el balón al primer toque. Fue entonces cuando Paquillo, que venía lanzado, evitó el contragolpe rival como dicta el abc del fútbol: finalizando la jugada. Lo hizo con un disparo desde treinta metros que se coló por la escuadra de la portería de Goicoechea.

Envalentonado por el inesperado gol, el Tenerife no tuvo rival. A la media hora, llegó el dos-cero. "Aguirre profundizó por la izquierda, driblando en corto a dos jugadores y disparando con dureza. El rechace de la zaga lo recogió Santos para superar a Goicoechea. Un defensa sacó el balón cuando había entrado y el colegiado, con buen criterio, concedió gol", se lee en la prensa local. En la reanudación, Santos hizo el tercero con un disparo desde fuera del área que tropezó en Egusquiza y José Juan logró el cuarto tanto local al cabecear un centro de Padrón. A un cuarto de hora del final, una mano de Correa, que había anulado al sueco Simonsson, permitió a Villa hacer el tanto del honor de la Real Sociedad. Eso sí, como el Tenerife es singular, la goleada no mitigó el caos institucional.

Una semana más tarde, el equipo perdía (2-0) ante el Español de José Luis Saso, ya con Borredá y Pelo Rodríguez en el once. Y aunque la autogestión del vestuario permitió ganar algún partido, en la octava jornada, un motín en el descanso del choque ante el Valencia, incitado por el propio presidente, sirvió para remontar (2-1) un marcador adverso, pero provocó que Villar y Padrón fueran apartados del equipo. Brocic renunció y Plasencia dejó la presidencia al aprobarse una reprobación instigada por varios directivos. Por el camino, el Tenerife perdió cinco encuentros seguidos... y también a cuatro pilares cuando Ramón Gotarredona, nuevo capitán general de Canarias, observó "con estupor y disgusto" como Ñito, Santos, José Juan y Moreno, que hacían la mili, no prestaban a la patria la dedicación requerida, que en plena dictadura franquista era mucha.

Ninguno volvería a jugar en lo que quedaba de curso y cuando reaparecieron, nueve meses después y con Gotarredona en un nuevo destino, el Tenerife había regresado a Segunda División.