Escenario de una de las derrotas más crueles de su historia y del fútbol mundial, donde le birlaron una Liga de Campeones en el tiempo añadido, el Bayern de Múnich exorcizó esta noche su maleficio del Camp Nou y, de paso, evidenció el traspaso de poderes actual ante un impotente Barcelona.

Desde aquella fatídica noche de 1999, el coliseo azulgrana quedó marcado como un punto negro en la memoria del club bávaro, tras uno de los desenlaces más crueles desde que se creara la gran competición de clubes de Europa.

Cuando los alemanes ya acariciaban el título aquel 26 de mayo, gracias a un tempranero gol de Mario Basler, el Manchester United dio la vuelta al marcador con dos tantos en saques de esquina en el tiempo añadido, en un giro del guión inesperado.

En la retina del fútbol quedará grabada la locura desatada entre los jugadores del United, mientras los futbolistas del equipo bávaro apenas podían levantarse del suelo. Desolados, llorando y sin apenas fuerzas para regresar al círculo central, pese a los intentos del colegiado Pierluigi Collina para ayudarles.

El mismo césped barcelonés, una década después, dibujó una de las exhibiciones más recordadas del Barça de los últimos años, con un 4-0 aplastante frente al Bayern en cuartos de final de 2008. Aquel equipo azulgrana empezaba a sentar las bases de un dominio indiscutible, dirigido por un incipiente Pep Guardiola y un fútbol de salón.

Con su fútbol excelso, el Barça se coronaría como campeón de aquella edición, alzaría el triplete a final de temporada y culminaría el círculo perfecto con un sexteto de títulos al término de aquel año. La excelencia tomaba forma de equipo de fútbol como nunca antes en la historia de este deporte.

La goleada que impulsaría a unos hasta las cotas más altas fue también el punto y aparte de los alemanes. Al brote verde implantado por Jürgen Klinsmann le siguió la maduración con Loius Van Gaal y el florecimiento definitivo con Jupp Heynckes hasta la noche de hoy en Barcelona y la final que ahora espera en Wembley.

Tras dos subcampeonatos de Liga de Campeones, el último tras una derrota en la final en su propio estadio ante el Chelsea, ahora el Bayern tendrá la oportunidad de alzarse como el mejor de Europa ante otro equipo de su país, el sorprendente Borussia Dortmund.

La víctima en el camino no ha podido ser más simbólica. Ese Barcelona dominador, hoy destronado, domado y apalizado. Un 4-0 en la ida y un 0-3 en la vuelta. Siete goles al hasta hoy considerado por muchos como el mejor equipo del mundo y uno de los más brillantes de la historia. La fotografía de un Messi lesionado en el banquillo, comiéndose las uñas, es la metáfora de un conjunto obligado a replantearse su situación para seguir ganando.

No es que los azulgranas no quisieran, sino que simplemente no pudieron. La locomotora de Europa habla alemán también en lo balompédico. El Bayern exhibió una superioridad indiscutible, en un traspaso de poderes a ojos del mundo. El Barça dobló la rodilla y se entregó sin rechistar.

También su público, consciente de la realidad. Cinco mil alemanes hicieron más ruido que noventa mil gargantas azulgranas, que aún así no dejaron de animar a su equipo y aplaudir cada cambio a pesar de la derrota.

Se marcharon los azulgranas cabizbajos hacia el túnel de vestuarios, con la grada semivacía, tanto como el depósito de fuerza y fútbol con el que el equipo catalán ha llegado a esta fase final. El "orgullo", ese lema que presidió el impresionante mosaico inicial, no bastó y se quedó solo en eso, porque los sueños, sueños son.

Y el Camp Nou despidió a ambos equipos cantando el himno azulgrana y aplaudiendo a los jugadores. No hubo reproches ni mal perder, solo la constatación de una evidencia, de que el fútbol cabalga ahora hacia otras latitudes más al norte. Las mismas en las que curiosamente, a partir del próximo año, empezará a construir su equipo el que fue arquitecto de ese Barcelona, Pep Guardiola.