Ñito; Colo, Correa, Álvaro; Villar, Borredá; Zubillaga, Santos, José Juan, Padrón y Domínguez. Ha pasado más de medio siglo, pero los viejos aficionados del Tenerife aún son capaces de recitar de memoria el once de gala del equipo que logró el primer ascenso a Primera División. Al mando de aquel conjunto, en el que también tuvieron destacada presencia Jiménez, Vicedo, Paquillo o Julito, estaba Heriberto Herrera, técnico llegado el curso anterior para evitar el descenso a Tercera División. Logrado el objetivo, renovó su compromiso con un club que incluso en esa exitosa temporada 60-61 vivió sus habituales convulsiones internas: a falta de tres jornadas dimitió de forma inesperada su presidente, Ricardo Hodgson, también jefe provincial del Movimiento, quien fue suplido por el vicepresidente José Antonio Plasencia.

Nada alteró a Heriberto Herrera, considerado "un adelantado a su época" por todos los jugadores que estuvieron a sus órdenes. "Era estricto, pero cercano. Alternaba una disciplina férrea con detalles muy humanos. Recuerdo que nos obsequiaba con unas corbatas magníficas, de seda natural; y tras el ascenso me regaló un reloj que aún conservo", apunta Cipriano González, Ñito, que con sólo 21 años sería ese curso el portero menos batido del fútbol español. Tras la lesión de Santi se asentó como titular y apenas recibió tres goles en sus diez primeros partidos, lo que hizo que aquel Tenerife 60-61 lograra tres victorias en sus seis desplazamientos iniciales. Luego, amparado en su solidez defensiva y en su tradicional solvencia en el Heliodoro [sumaría catorce victorias y sólo un empate como local en la Liga], llegó como líder a la recta final del campeonato... pese a no marcar ni un gol como visitante durante toda la segunda vuelta.

Pudo ascender en la penúltima jornada en el Heliodoro, cuando goleó (5-0) al Málaga con un hat trick de José Juan, pero Las Palmas debía puntuar en Ceuta y, como es costumbre, el vecino no ayudó. Así que el Tenerife acudió a Almendralejo (Badajoz) para sumar el punto que necesitaba ante un Extremadura obligado a ganar para atar la permanencia. Herrera tenía reservada una sorpresa: el debut del medio Santi González en lugar del extremo Domínguez, lesionado. Reforzado el centro del campo, el técnico pudo tejer su famosa malla herreriana, aunque Tuhami (10'') remató al larguero. A la media hora de juego se lesionó José Juan, que al estar prohibidas las sustituciones se quedó en el campo "como figura decorativa, en busca del gol del cojo", según reflejan las crónicas. Borredá se incrustó entonces en el centro de la zaga y Santos y Padrón pasaron a ayudar a Villar en mediocampo, con Zubillaga y Santi en las bandas.

Eso sí, Ñito debió lucirse con "dos magníficas paradas" a disparos de Chaves (50'') y Vecino (55'') para poder sumar el punto que daba "el anhelado ascenso". "El mérito fue del grupo, del equipo. Con aquel sistema, todos subían y bajaban como un acordeón, con equilibrio, sin desordenarse. Y con una gran condición física, responsabilidad también del técnico", recalca Ñito, quien valora como "decisivo" el empate (0-0) logrado en Ceuta en la segunda vuelta. "Ese día sí tuve trabajo. Había un ambiente infernal y me dieron golpes por todos lados. Una vez caí de cabeza y pedí el cambio. Tardé diez minutos en recuperarme y aún tengo grabada la voz del míster diciendo ''Aguante, Ñito, aguante'', mientras Cuco [portero suplente] me rogaba que siguiera. Heriberto supo dar confianza a jóvenes como José Juan, Santos, Colo o yo mismo, que veníamos de jugar en Regional, pero también se ganó el respeto de los veteranos", recuerda el guardameta.

Consumado el ascenso, el Tenerife tardó dos días en llegar a la Isla tras viajar por carretera a Madrid y volar, con escala en Casablanca, hasta Los Rodeos. Allí esperaban el alcalde lagunero Ángel Benítez de Lugo, la banda de música municipal... y miles de aficionados desplazados "en veintidós autocares y centenares de vehículos particulares que, con el incesante sonido del claxon de fondo, escoltaron el autocar de los jugadores". Tras entrar en Santa Cruz por General Mola, la plantilla fue "vitoreada por la multitud que se agolpaba en la Plaza de la Paz, Rambla de Pulido, Plaza de Weyler o la calle José Antonio". Finalmente, en la Plaza de la Candelaria se honró a la Patrona de Canarias con un ramo de flores depositado por el capitán Santiago Villar "en presencia de las dignísimas autoridades": Manuel Ballesteros Gaibrois, gobernador civil; Juan Ravina Méndez, presidente del Cabildo Insular; y Joaquín Amigó de Lara, alcalde de Santa Cruz.

También acudieron miles y miles de tinerfeños que aún recuerdan ese día. Aunque haya pasado más de medio siglo. Los protagonistas no deberían caer en el olvido: Ñito, Colo, Correa, Álvaro...