El domingo le dejó al Tenerife un partido para olvidar y, al mismo tiempo, un viaje que no podrá olvidar. Lo que parecía un regreso a casa tranquilo, con uno de los traslados más cómodos que ofrece el calendario, por haberse disputado el encuentro en Madrid, se convirtió en una experiencia angustiosa para los miembros del equipo.

Después de una travesía sin contratiempos, los problemas aparecieron en el momento de iniciar las maniobras de acercamiento a Los Rodeos. Las fuertes rachas de viento provocaron que la aeronave no llegara a tomar tierra en ninguno de los dos intentos que llevó a cabo el comandante. Fueron casi cuarenta minutos de incertidumbre, de ascensos y descensos y de alguna que otra sacudida. "Era como una montaña rusa", recordó ayer Javier Moyano, a quien el mareo le provocó vómitos, lo mismo que a Alberto.

A continuación, otro rato de tensa espera y la advertencia de la inminente llegada al destino. Y así fue, tres horas y media después de salir de Madrid, el vuelo arribó a Tenerife, pero no al aeropuerto previsto sino al Reina Sofía.