Metódico y reflexivo son dos de los rasgos que definen la actitud ante su obra del artista grancanario Julio Blancas (Las Palmas, 1967), quien trabaja casi exclusivamente con grafito, aunque en una de las series que presenta actualmente en la galería Artizar de La Laguna refleja sus actuales experiencias con el barro y sus peculiares cualidades plásticas, además de con el agua que gotea en sus miméticos sedimentos terrenales que recuerdan la presencia de la naturaleza con la que coquetea.

La muestra, integrada por una treintena de piezas pertenecientes a diferentes series, parece una colectiva debido a las técnicas tan diferentes que ha utilizado el autor en su ejecución.

Nada más entrar en la sala el espectador se encuentra con algunas de sus propuestas más recientes, dos excelentes retratos enfrentados en los que homenajea al poeta Carlos Pinto Grote y a su esposa, Delia, una forma de indicar su admiración por la poesía del fallecido escritor lagunero.

También se incluyen tres peculiares bodegones basados en objetos cotidianos localizados en la casa de los Pinto, uno de ellas evoca una especie de costillar creado a partir de la colección de pipas que utilizaba Pinto Grote, o las manos de Delia engalanadas con los anillos de la familia. Todas estas obras son dibujos sobre papel poliéster.

Esta colección de corte figurativo tiene, como asegura el director de la sala, Frasco Pinto, "ese punto de Op art que tiene Julio, en el que hay momentos en los que solo ves manchas negras y cuando te mueves alrededor del dibujo es cuando empiezas a ver las formas".

La segunda sala de la galería acoge una selección de trabajos de los últimos dos años, además de algunas de las características "parabólicas" del sello Blancas o el magnífico grafito sobre tela titulado "Viento del oeste", de 2015, las raíces de un árbol volcado que recuerda sus primeras serie de bosques figurativos.

En este espacio da a conocer su producción más reciente sobre papel, aluminio y tela, en la que experimenta con barro y carbón, además de introducir el elemento agua. Destaca un políptico formado por seis piezas plasmadas sobre papel de metro y medio de altura que van del negro al naranja.

"Es como un degradado en el que el carbón va desapareciendo hasta dejar visto el barro. Él hace una pella de barro, deja que se seque y empieza a dibujar poquito a poco, igual que si fuera carboncillo o una cera y va creando estratos uno encima del otro. Al final, todo este políptico son sedimentos. Es como el fondo de un barranco. Son estratos que hablan un poco del paso del tiempo, de la tierra", puntualizó Pinto.

La muestra también contiene tres grafitos sobre aluminio recortado con diferentes formas; además de una nueva serie que marca su tendencia actual, en la que irrumpen las gotas de agua y de lluvia, en la que realiza unos dibujos a carbón sin fijar. "Julio empieza a llover los dibujos. Es como si se transformara en la lluvia y con el dedo va dejando caer una gota tras otra hasta que parece que son suelos sobre los que ha llovido. Los dibujos tienen infinidad de gotas".

En la segunda parte de la exposición "Fies(t)ole" en Artizar, galería en la que Julio Blancas no exponía de forma individual desde hacía ya dieciséis años, están muy presentes las fuerzas de la naturaleza, además de incluir una escultura de aluminio con una pátina amarilla que puede recordar, echándole imaginación, las finas láminas de madera retorcida que quedan cuando sacas la punta a un lápiz.

Este consagrado artista canario, muy reacio a ofrecer entrevistas, habla con su obra y con la actitud casi zen que adopta cuando se encierra en su propio mundo para crear.

Para Frasco Pinto, que conoce la evolución de su lenguaje creativo y su estética, "Julio es una fuerza de la naturaleza y creo que, al final, tiene que llegar a ese punto de transformarse en ella. Él se siente el agua cuando llueve sobre esos dibujos, adopta el rol de fuerza de la naturaleza".

La realidad indica que este creador estudia y experimenta hasta la saciedad con los materiales con los que expresa sus inquietudes hasta que llega a dominarlos, comprenderlos e integrarlos en su forma de hablar.

Línea a línea, trazo a trazo, este obstinado artista ha conseguido definir un lenguaje propio que enriquece año tras año con nuevos efectos, una evolución que invita al espectador de su obra a sentir libremente. A verse en ese espejo que regala Blancas para que uno pueda sentirse reflejado en su trabajo y saque lo que lleva dentro. Despertar sentimientos, muchas veces dormidos.