Essaouira, la antigua Mogador, es olor a pescados a la brasa, pegajosas invitaciones a degustarlos a peso y fragor atlántico de fondo. Pero más allá de la bulliciosa plaza Mulay Hassan y del turisteo fácil de la ciudad, hay playas solitarias y recónditos secretos que no se dicen, sólo se musitan entre "connaisseurs". ¿Qué se oculta al final de las piedras azules? Serán 30 km anodinos y algún desvío críptico hasta -con suerte- dar con ese mojón pintado de azul que nos desviará a lo desconocido. Tras media hora más de penoso traqueteo por un pedregal (siempre el azul), estalla tras un último giro el mar inmenso, el Atlántico libre y solitario. Y al fondo, tras unas cañas, la cabaña impredecible, calaveras de vaca y dromedario, huesos y conchas moviéndose con el viento... Chez Abdou. ¿Un restaurante? No, no. La casa del pescador Abdou. ¿Qué horario tienes, Abdou? "¿Ves alguna puerta?" Entendido. Unos bancos de piedra en el oscuro interior (no hay luz) y unas alegres mesitas en la misma playa, compartidas entre clientes "choisis", los monos de Abdou, sus patos, que se alimentan con gambas al lado mismo de los comensales, y los dos perros, Obama y Carla Bruni. Abdou es pescador y su mujer cocinera. Desde siempre. Así que si has llegado hasta aquí, podrás comer. Ni baños ni agua corriente. El Atlántico, hermanos. Y comemos -estrictamente lo que pesca nuestro héroe, mañana y tarde- calamar frito y pulpo y gambitas a la brasa, con romero. Y una monumental langosta. Y lubina. Y lenguado. Pídele prudencia en las cocciones.

Y mientras la poca clientela va marchando en sus quads (se puede llegar con estos vehículos desde Essaouira directamente, siguiendo la línea costera por la playa), quedan sólo los irredentos del asombro, unos absortos de mar, otros liándose un porrito... Es entonces cuando Abdou (tras proponer un jovial y retórico intercambio de parejas a los clientes más amigables que van acompañados, "¿te gusta mi mujer?"), saca una bandeja con su "space thé" ("té espacial", ya te puedes imaginar, al que llama irónicamente "whisky marroquí") y se alarga, con anécdotas y fotos entreveradas de la parsimonia del hachís, sobre los años sesenta, cuando abrió aquí, cuando gastaba noches oníricas e infinitas con Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones o Jimi Hendrix al calor de los estupefacientes...

Transcurre la tarde sin tiempo con Abdou; pero el Atlántico es el más sabio.