El músico David Lacruz (Valencia, 1969) reconoce que "solo la apuesta de reunir a las dos grandes orquestas canarias merece por sí misma un aplauso".

A este trompetista, integrante de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (OFGC), le molesta que "jamás se ha juzgado y criticado tanto un proyecto cultural como ha sucedido con esta edición del Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) y mucho menos de música clásica". Y admitiendo que todo es "mejorable", nunca había asistido a "una crítica tan despiadada".

El hecho de reunir las dos orquestas bajo la misma batuta le parece "un acierto por parte de los programadores, sin duda alguna", y reconoce que "siempre tuve dentro esa pena de que las dos formaciones canarias no interpretáramos esta pieza en conjunto". Y es que, a juicio de David Lacruz, "compartir la música, los ensayos, las actuaciones con compañeros de profesión supone una experiencia enriquecedora".

Lo de ser trompetista viene de lejos. "Es habitual que en las bandas se asignen los instrumentos en función de las necesidades que se dan en cada momento. A mí me correspondió la trompeta, pero yo sentía ilusión por la trompa", confiesa.

En cuanto a "Gurrelieder", este músico destaca el hecho de que "se trata de una obra muy poco habitual en las programaciones, por el hecho de que requiere la participación de dos formaciones orquestales, además de los coros", y, asimismo, se refiere a la complejidad de la partitura, de la época del predodecafonismo, "con una gran cantidad de músicos, distanciados en casi 50 metros.

Sobre la pieza de Schönberg señala que, "a pesar de ser tan monumental, la orquesta debe tocar por debajo de las voces, pianísimo, apoyando la voz del cantante". Lo cierto es que con tal cantidad de instrumentos tocando piano, poco a poco aumenta el volumen..." Pero con paciencia y profesionalidad se armoniza todo.