Durante tres décadas, el castellano Jesús Asensio, profesor de la Escuela de Comercio de Tenerife y activo animador de su capital, viajó por la Península y la Europa cercana, y se detuvo ante los monumentos famosos; citemos la Giralda y la Torre del Oro, la Mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada, el valenciano Palacio de Dos Aguas y el monolito de Colón en las Ramblas barcelonesas. Fue un turista curioso que, cámara en ristre, buscó nuevos encuadres para los tópicos y descubrió, con meritoria sensibilidad, otras realidades de las geografías urbanas, otros perfiles de la arquitectura y, en sus mejores expresiones, las personas, la gente sorprendida en sus afanes, en sus gozos y sus sombras.

El resultado de su dedicación, entre 1900 y 1929, se muestra en una magnífica exposición, instalada en el lagunero Convento de Santo Domingo, y en una espléndida monografía, editada por Zero Memory Archive, dirigidas ambas por Tarek Ode, con la notable participación de Beatriz Chinea, en la restauración fotográfica, y Cristina Ginovés, en la investigación histórica.

Con la base de las placas estereoscópicas de un artista polifacético -pintor académico, músico y aseado escritor- y la competencia y celo de un eficaz equipo -que recuperó, rectificó y eligió entre el valioso material- contamos con un espléndido retrato social de una década apasionante y alegre, donde Europa buscó alternativas de cultura y ocio en un periodo de entreguerras que, entre las tensiones políticas y las efervescencias totalitarias, trajo las vanguardias más rompedoras del arte contemporáneo, la literatura más atractiva y, como remate visual y sonoro, la sana alegría del cabaret y del can-can.

A esa atractiva panorámica -que pone en paridad las vistas de la Castilla pobre y las cantadas excelencias de París- se une el incentivo de una crónica insular que revela el nacimiento de las periferias de Santa Cruz al socaire de un puerto en expansión, el trajín y el disfrute de su condición marinera, la configuración de los barrios céntricos donde convivieron, con el neoclásico tardío, el modernismo, los caprichos eclécticos e incluso los primeros gestos del racionalismo. Una década europea con la Isla en hora. Nada menos.