Al cobijo del duque de Béjar consagró Miguel de Cervantes en 1605 la primera parte de su "Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", según consta en la dedicatoria que le dirigió no tanto para financiar la tasa e impresión del libro, sino para preservarlo de malos deseos y zancadillas ajenas.

Era entonces el mecenazgo de otro tipo: más vinculado al prestigio que al dinero para espantar difamaciones que cambiaran de orientación el favor del público, generalmente con malas artes como las desplegadas en 1614 por el autor del falso Quijote, el de Avellaneda, que usurpó la obra para aprovechar el viaje de la fama.

La ciudad ducal, en el sur de la provincia de Salamanca, no ha dejado pasar la oportunidad del cuarto centenario de la muerte de Cervantes (1616-2016), y ha elaborado un denso programa cultural y conmemorativo para recordar también, aunque de soslayo, a su ilustre vecino y mecenas, Alonso Diego de López de Zúñiga y Sotomayor.

En Béjar, cabecera de la sierra que la resguarda, de resonancia textil y célebre por el paño de sus capas españolas (''pañosas''), los duques tenían palacio, hoy reconvertido en un instituto de enseñanza secundaria, y en sus inmediaciones El Bosque: la primera villa de recreo renacentista existente en España, fechada en el siglo XVI.

Tenía entonces 27 años el aristócrata y andados 58 el manco que no lo era, cuando éste puso "al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia" la obra cumbre de las letras hispanas, para guarecerla de aquellos que "no continiéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos".

El Teatro Cervantes de la ciudad textil, en la corredera que vertebra el casco histórico, acoge este abril una exposición de trajes de la época y de objetos relacionados con el escritor; proyecta la serie de dibujos animados "Don Quijote de la Mancha" (TVE/1979); y albergará el "Coloquio de los genios", un diálogo entre Cervantes y Shakespeare escenificado por la compañía Arcón de Olid.

En la plaza donde se alza el teatro se celebrará, durante varios días, una lectura pública de El Quijote a cargo de alumnos de Educación Primaria, Secundaria, Bachillerato, del Centro Integrado de Formación Profesional y del Centro de Adultos "Mateo Hernández".

El 22 de abril, una jornada antes de la efemérides del cuarto centenario, leerán fragmentos el alcalde, los concejales, miembros de asociaciones culturales y colectividades de la ciudad, y al día siguiente, 23 de abril, un grupo de teatro escolar recreará y escenificará la época cervantina.

Años después de implorar la merced del duque de Béjar, Cervantes impetró el favor del conde de Lemos al ponerle en suerte la dedicatoria de la segunda parte del Quijote (1615), "porque es mucha la priesa que de infinitas partes me dan a que le envíe para quitar el hámago y la náusea que ha causado otro don Quijote que con nombre de segunda parte se ha corrido y disfrazado por el orbe".

Se encontraba entonces enfermo, un año antes de morir, "muy sin dineros" y tan agobiado por la fama que le vendimió el de Avellaneda, que Cervantes comprometió en esta dedicatoria la de su obra póstuma ("Los trabajos de Persiles y Sigismunda"), "libro al que daré fin dentro de cuatro meses, Deo Volente", y tampoco dudó en prosternar su persona cuando se despidió de Lemos como "Criado de Vuestra Excelencia".

Desde aquel mecenazgo aristócrata a la actual fórmula del ''crowfunding'', otra forma de compartir prestigio a cambio de dineros, median cuatro siglos que no han desdibujado la silueta del prófugo, emigrante, cautivo de la morisma, alcabalero, corredor de vinos ocasional, perseguido por la Inquisición y ninguneado por la grey literaria, que al alumbrar El Quijote iluminó las letras con la fuente manantial de la novela moderna.